El amor-intuición ignora la lógica. En latín intueri significa mirar. El alma percibe lo esencial más allá de la perecedera envoltura. ¿Por qué Romeo tenía que seducir a Julieta si era un amor imposible? La moral tradicional, la tradición familiar se vieron trastornadas. María Kodama, a los seis años de edad, se conmociona al leer estos versos de Jorge Luis Borges “Te ofrezco la amargura de un hombre que ha mirado largamente la luna solitaria, te puedo dar mi soledad, mi oscuridad, el hambre de mi corazón”. Se enamora de él tres décadas después. Había 46 años de diferencia entre ellos, él era totalmente ciego. Se casaron pocos meses antes de que se muriera el escritor. ¿Por qué en un momento determinado se nos pone la piel de gallina con tan solo mirar intensamente a una persona del sexo opuesto? ¿Será por un parecido que nos lleva a intuir la presencia del otro yo, alguien tan igual a nosotros que nos da vértigo o más bien la diferencia que nos complementa? Sabemos que puede brotar el amor entre seres del mismo sexo contrariando la norma tradicional. Me sorprende pero ya no me asombra. Revientan antiguos esquemas: negros se casan con blancas o viceversa, cholas con pelucones. Según Platón los humanos poseen ambos sexos. Dios los dividió en mitades. Desde entonces vagan buscando su complemento. No se arrepientan nunca de haber amado aunque se hayan equivocado. En el mundo de los insectos, el macho huele a la hembra a increíble distancia; sabemos que ciertos perros abandonados a centenares de kilómetros, reaparecen meses después, enflaquecidos, enlodados, dispuestos a amar a quienes los traicionaron.

Sin intuición o admiración el amor se vuelve egoísmo. Los soñadores se prenden de una estrella, de una mirada, construyen un mundo hermético, pueden convertirse en orates entrañables. Los acribillan parejas rutinarias que viven una vida entera sin conocer jamás el amor intenso, compartiendo cosas materiales. Sé de una amiga mía que amó locamente a un solo hombre, amor imposible, amor ciego; se casó con otro por indiferencia: leo tristeza en sus ojos. Dos seres pueden con una mirada, estallido de sobrevoltaje, vivir una pasión eterna mientras otros buscan lo que jamás encontrarán. Un príncipe medieval se enamoraba de una pastora de ovejas –ahora las llaman plebeyas; en Roma la plebe era lo que llamamos chusma, los pelucones se autodenominaban patricios–.

Almas gemelas: parejas de medio siglo que usan los mismos lentes, tienen los mismos achaques, desgranan los mismos recuerdos, toman los mismos remedios, ignoran el tiempo, abren la boca para decir la misma frase, mezclan en desorden locas vivencias, se siguen adorando. Almas gemelas es cuando decimos: “No sé donde empiezo, donde terminas”, cuando el corazón se convierte en nido donde se ovillan sueños recién paridos. No existen reglas sino convencionalismo social. Libertad compartida, jaula de puerta abierta, el amor no está hecho solo de carne sino de identificación espiritual, afectiva. El sexo es solo un medio de culminar la unión de almas. Los que se ofenden por tantos esquemas desbaratados, amores insólitos, pueriles escándalos sociales, pues que se vayan al diablo.