JORGE MARTILLO MONSERRATE
jotamartillo@yahoo.es.- Esa mañana, El Viejo Napo bajó del cielo. Vive arriba en el callejón de Las Ánimas. Desciende con su mandolina atada a la mano. Le disparo unas fotos en el barrio Las Peñas y después vamos al norte tras un cebiche porque Paguay, que durante 43 años ofreció su rico encebollado en el callejón Noboa, ya es difunto.

Héctor Luis Napolitano Galarza, más conocido como Héctor Napolitano o El Viejo Napo, nació hace 56 años en el Cerro del Carmen, a su regreso de Galápagos vivió en el barrio Las Peñas y ahora en lo más alto del Santa Ana. Más guayaquileño no podría ser. Más aún ese sábado que achicando cerveza recuerda cuando los incendios en diez minutos quemaban medio cerro de casitas de caña y madera. Tampoco olvida los lunes de San Vicente cuando fuera de la iglesia llegaban el charlatán de las culebras, el señor del tiro al blanco, las doñas que vendían tortillas, morocho, los mejores llapingachos del mundo y muchines con carne en palito que el otro nomás volvió a meterle el diente: "¡Esa carne bañada en aceite de paila estaba riquísima, parecía carne de perro!".

Evoca las antiguas fiestas octubrinas con palo ensebado, campeonato de box y torneo de cometas desde lo más alto del cerro. Mientras preparan el cebiche, Napolitano cuenta que su afición por la guitarra la heredó de su bisabuela paterna que tocaba el violín.

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Entre los 8 y 9 años comenzó a hacer música con la gente del cerro. A los 10 años tocaba por ahí y por allá, ganándose unas pesetas. Luego en el Aguirre Abad tuvo un conjunto y nadie le ganaba en los concursos intercolegiales. "Éramos roqueros pero de música pesada: Jimmy Hendrix, Led Zepellin", dice con alegre nostalgia.

En Guayaquil, entre 1962 a 1968, fueron los años hippies del amor y paz y Los Apóstoles -banda roquera de Napo- hizo historia. En 1979 abandonó Guayaquil, vivió en Quito hasta 1992 y se instaló en las islas Galápagos. Regresó a Guayaquil en el 2002 con dos temas nuevos: Guajira para Guayaquil y Bolón de verde. Luego vendrían más canciones.

Confiesa que Antonio del Campo -artista plástico fallecido- le decía: Mijito, lo suyo no es cantado, es contado. Por eso, ese sábado, el Viejo Napo se define: "Yo nunca he sido cantante, yo soy un narrador musical de historias. Yo te cuento, en pocas palabras, lo cotidiano de la gente de a pie, la gente modesta de barrio, eso es lo que a mí me gusta. Bolón de verde, Sancocho de hueso blanco, Cangrejo criminal, son historias de la vida diaria actual porque evidentemente no puedo estar hablando de la guayabera y del sombrero, eso es ya no".

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Pero él y todos sabemos que es un excelente guitarrista.

Retornamos al presente y adelanta que en breve grabará un disco doble con 36 canciones, las más populares de las 150 que aparecen en sus numerosos discos a ritmo de rock, blues, country, son, valse, pasillo, bolero, etc. "Como he grabado de todo. Por toda esa fanesca, el disco podría llamarse tranquilamente La Fanesca de Napolitano. Está chévere ese nombre", dice, ríe, bebe y cranea: "Además el disco puede circular con algún diario como EL UNIVERSO que ha apoyado a varios cantantes, inclusive de la Sierra como Juan Fernando Velasco, podría pedirles que distribuya mi disco o quizá algún otro medio", dice como quien no propone nada.

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Luego de esa fanesca, Napolitano publicará un disco pero solo con temas nuevos que en estos días está puliendo.

Pero para los que los quieran escuchar antes, el próximo fin de semana -14 y 15 de octubre- se presentará en el bar Madera y Piedra de Las Peñas.

En tono bromista comenta que para las anteriores fiestas de julio ni los unos -la gente de Correa-, ni los otros -los de Nebot- lo contrataron para los eventos artísticos y que seguramente ahora para las octubrinas será igual. "Pero para mí, todos los días son 9 de octubre y todos los fines de semana, Navidad".

¿Qué es Guayaquil para ti?, le vuelvo a preguntar y el man no saca el cuerpo: "Guayaquil es donde se fundó, es el río. Guayaquil son las pantorrillas sudorosas de las mujeres de caminar firme y cabellos rubios que les queda tan bien aunque sean teñidos -ríe y remata-. Mi Guayaquil es Barcelona, los cangrejos y las cervezas".

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Es cuando Eli, la sobrina de la doña de la cebichería, le pide que cante y Napito agarra la mandolina y como bajado del cielo, dice: "Desde la Boca del Pozo/ camino hacia el Malecón/ me llevo tal impresión/ de mirar al río Guayas:/ lechuguines, lodo y jaibas/ corriendo van para el sur/ la ría baña a su paso/ al barrio del Astillero/ donde nació Barcelona/ equipo al que más quiero/ el ídolo ecuatoriano/ lo dice Napolitano/lo dice de corazón".