Según algunos altos funcionarios de la Policía, no todos, “la mayoría de los casos [de asesinatos] son por vendettas entre organizaciones delincuenciales, tal vez por mal reparto de alguna actividad; también se puede dar por la lucha o el control de territorio en la venta de droga. Así que la ciudadanía debe estar tranquila...”.

Si tomamos la frase con algo de cinismo, es completamente cierta. Según recientes estadísticas, las tres cuartas partes de las muertes violentas se producen por lo que los expertos llaman “ajustes de cuentas”; de tal manera que si usted no tiene ninguna cuenta por “ajustar”, no ingresará a ese grupo.

Pero una realidad así, cada vez más parecida a la de Colombia años atrás, a la del México actual, o a la de Chicago en la época de Al Capone, es poco tranquilizadora, porque significa que nuestras calles se están transformando en el escenario de una guerra de mafias que a la larga podría acabar por destruirnos a todos si no la detenemos. No es a quién matan lo que preocupa. Toda vida humana importa. Lo que aterroriza es que maten con impunidad, a plena luz del día, con crueldad descarada.