“La historia se repite como tragedia o como comedia”. Con la consulta, Rafael Correa nos vuelve a la “Gloriosa del 44”, cuando los actores sociales y la izquierda derrocaron el viejo poder de Arroyo del Río; pero ante el miedo de ejercerlo directamente, la izquierda del mal menor volcó temerosa la mirada al “salvador”, delegando a Velasco Ibarra la conducción de la revolución, mientras los “revolucionarios ilustrados” se encerraron en el Parlamento a redactar “la Constitución más avanzada de Latinoamérica”, en 1945. El caudillo, inicialmente se proclamó izquierdista, pero rápidamente retornó a su vientre: expulsó del palacio a los ilusos de izquierda, los desterró, redactó la nueva Constitución en 1946 y restableció el compromiso con las rancias fuerzas remozadas del poder. La Consulta de Correa es la reedición velasquista de 1945 a 1946; y para que no falte ningún signo ordena el silencio de la disidencia, en medio de una larga lista de opositores sindicados por terrorismo.

Correa aún mantiene la iniciativa, pero empiezan a cuartearse los cimientos del teatro. La política es ante todo poder y manejo de la correlación de fuerzas para acomodar el capital. Correa convoca a consulta y las fuerzas sociales y políticas, incluso la “izquierda digna”, le hacen el coro, pese a que las preguntas fundamentales reivindican el ideario de la derecha, al centralizar los temas del “orden y la seguridad”, enterrando el cambio y el poder constituyente, íconos con los que Correa ascendió al poder.

El país retorna a los viejos dispositivos de las partidocracias: a la cultura política velasquista y a la instrumentalización del Estado, bajo la forma de “meter mano a la justicia”, judicializando la política, en su grado superior de administrador de la violencia, convirtiéndola en una práctica de guerra y marketing.

Mientras la acumulación de capital y la corrupción se desplazan sin control, Correa tiende la carpa de la consulta y coloca el debate en el campo jurídico: la defensa de la Constitución. Y la mayoría de políticos compra entrada al show. La derecha conforma su frente de defensa de la democracia, y los disidentes de Alianza PAIS constituyen su observatorio de protección de la niña Constitución. Entretanto, Correa, con un pie en Carondelet y otro en la Recoleta, sigue con su agenda, manejando el Registro Oficial y los cinco poderes.

Los temas de fondo desaparecen tras los juegos de la consulta: la violencia, ausencia de libertades, profundización del extractivismo, empobrecimiento, desempleo, criminalización, impunidad, corrupción ampliada, pérdida de derechos laborales, el fin de las soberanías.

Hurguemos en la memoria y perdamos el miedo. Tenemos triunfos extraordinarios, como la consulta de 1995, contra el proyecto de privatización. Cuando el gobierno contaba con el 75% de apoyo, desde la dignidad de la patria surgió una alianza que levantó al país, en un multitudinario: 11 veces NO. El secreto estuvo en convertir la consulta en un plebiscito contra el régimen, y no enredarse en los vericuetos de preguntas mañosas; en rescatar la esperanza por una alternativa digna y soberana.

“En tiempos de revolución no funciona la Constitución”, dice un grafiti correísta; esa es la visión del velasquismo postmoderno, en nombre de esa revolución seguirán cometiendo pedofilia contra la niña Constitución. El que no aprende de la historia tiene que repetirla. Con las lecciones del 45 y 46, con la esperanza del 95, vamos a convertir la consulta del silencio en un canto plebiscitario, donde cada ecuatoriano sea una nación por defender. Diez veces patria, diez veces NO.