La costumbre de quemar todo lo malo que se vivió durante el año a través de un monigote cada vez se ha ido expandiendo y cambiando en Guayaquil. Hoy son pocos los que se dan el tiempo para elaborarlos en sus casas, dando paso más bien a artesanos que dedicaron meses a este oficio y ahora ofrecen sus creaciones a lo largo de calles y avenidas, cada uno tratando de diferenciarse del otro.












