¡Aquí están! El grito de un minero rescatista emergió del lodo. Giorge Ramírez, su compañero, levantó la frente y con su linterna alumbró el cuerpo de Ángel Vera. Ambos movieron sus cabezas, sus cascos con linternas, y, dos metros abajo, con las extremidades inferiores cubiertas por unas tablas, estaba el cuerpo de Pedro Mendoza, uno de los mineros desaparecidos.