Es una fiesta rural en la que el montubio realza su destreza como jinete; en la que demuestra su dominio sobre el caballo, su dócil ayudante en tareas agrícolas pero en esta ocasión, su oponente. Lo enfrenta ante un público extasiado que lo ovaciona si es que lo vence o se burla de él si termina en el suelo, por los bravucones corceles.

Domar un caballo salvaje, ese es el desafío. Lo logra si es que permanece en el lomo del equino pese a los brincos que este dé por zafarse de él. Es el duelo fugaz y emocionante que se desata en los rodeos montubios, una celebración que refleja la identidad del campesino costeño y, a la vez, supone la forma característica de celebrar el Día de la Raza (12 de Octubre) y que además en el país se considera como Día del Montubio.

Por eso localidades de Guayas y Los Ríos se convierten hoy, el martes y sábado próximos, en sedes de estas lides, las cuales adoptan un nuevo concepto: si en el 2009 se eliminaron los disparos al aire por la prohibición de portar armas en sitios públicos, este año se evita programar estas jornadas los domingos ante las restricciones para la venta de bebidas alcohólicas vigentes para este día específico.

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El impedimento a las armas rige desde el 30 de junio del 2009 y se da por un acuerdo interministerial entre las carteras de Defensa y de Gobierno; la restricción a los licores, desde el 15 de junio pasado, por disposición del Gobierno, que adoptó la medida para bajar los índices de delincuencia.

En el campo, como en el resto del país, se acoplan a ello. “Queda adaptarse. Por eso no vamos a dejar perder la tradición, nuestra fiesta”, dice Víctor Arreaga, el viernes 8 de octubre, un día antes del rodeo montubio programado en la parroquia General Vernaza, Salitre (Guayas). Él, de 38 años, organizó la cita que reuniría a vaqueros de seis haciendas de la provincia y en la cual esperaba a unos 2.000 fanáticos en el coso armado con cañas de guadúa y tablas.

La venta de boletos, licor y comida criolla permitía a los organizadores recuperar la inversión de entre 8 y 17 mil dólares, y alguna ganancia. Ahora, para Wilson León, de 56 años, ícono en la organización de rodeos montubios en Salitre y otrora ganador de un sinnúmero de trofeos por su destreza en la monta de potros chúcaros y manejo del lazo, la perspectiva es “no salir en contra”.

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Lo dice porque hoy apuesta solo a la respuesta del público, que compre las entradas a $ 5, para recuperar los $ 8 mil invertidos. No se venderá licor dentro del recinto ferial.

En lo gastado constan $ 3.500 por el alquiler de un coliseo metálico traído desde Quito. Pero Don Wicho, como se lo conoce, afirma que cubrir sus gastos no le preocupa tanto si a cambio aporta con la vigencia de la tradición montubia.

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En los rodeos, jinetes como Vicente Vera, de 23 años, Sandro Molina, de 28, y otros, demuestran su valentía en la doma de potros chúcaros. O audaces niños que dan sus primeros pinitos con el enlace de terneros y chivos. O mujeres, que con su gracia buscan ser designadas como Criolla Bonita.

Los rodeos son una apuesta a la vida. “He visto cómo se han roto la clavícula”, evoca un hombre de 48 años que se autoproclama como el Gato Suárez. El viernes pasado, él, junto a otros nativos de esas tierras, presenció la práctica de unos vaqueros de su natal General Vernaza que ayer tenían previsto participar en el rodeo que se organizó en esa localidad.

En la práctica, Flanklin Cabello, de 38 años, fue uno de los jinetes. Él montó un potro que relinchaba. No duró ni 5 segundos en su lomo. “¡No me dejó ni acotejar!”, exclamó en alusión de que apenas pudo acomodarse sobre el animal. La caída no lo inmutó porque “sabe” cómo hacerlo, dice.

Para el martes 12, los rodeos se programaron en la T de Salitre (Guayas) y en el cantón Baba (Los Ríos).

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En la hacienda Libertad, situada en el recinto Santa Martha, cantón Vinces (Los Ríos), la tradicional corrida que se realiza cada año se cumplirá el próximo sábado. Hasta el año pasado fue el domingo.

Otoniel Gómez, organizador, espera que el público se acoja al nuevo día para presenciar el espectáculo, que realza con la oferta de platos típicos como el seco de pavo, tortillas de yuca y maíz, entre otros. Además de una orquesta. La inversión para esta programación fue de $ 14 mil, indica Otoniel Gómez.