Pedro X.Valverde Rivera
Al momento de redactar este artículo de opinión se desarrolla en el Ecuador otro lamentable capítulo de su historia.
Lamentable porque una vez más se producen actos contrarios al estado de derecho y a la pacífica convivencia de los pueblos.
Esto no es nuevo; Rafael Correa ha sido el principal gestor en los últimos años de las principales violaciones al estado de derecho y a la institucionalidad democrática.
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Recordemos que a mucha honra, nuestro actual Presidente participó activamente en el derrocamiento de Lucio Gutiérrez como “forajido” y luego formó parte del gobierno de Alfredo Palacio.
Luego, ya en el poder, el régimen lideró la destitución de los congresistas de la mayoría contraria al Gobierno, y luego a los tristemente célebres diputados de los manteles; igualmente la posterior cesación de funciones del Congreso Nacional, de la Corte Constitucional y de los principales organismos de control.
Entonces, no nos rasguemos las vestiduras ahora; el Ecuador sigue de tumbo en tumbo y lo sucedido ayer, esto es, el levantamiento de la Policía Nacional y otros miembros de las Fuerzas Armadas en contra de una reforma legal arbitraria, como la mayoría de las últimas pinceladas que han salido desde Carondelet, es una raya más al tigre y para Correa, una cucharada de su propia medicina.
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De todas formas, al igual que como lo hemos hecho cuando Correa y su tropa han sido los agresores de la institucionalidad democrática, ahora condenamos esta irracional reacción en contra de esta seudodemocracia.
Pero más lamentable aún es la reacción del Gobierno a esta irregular situación, invadiendo los espacios de los medios de radio y televisión y obligándolos a integrarse a una cadena nacional que según lo indicaba en su pantalla uno de ellos, es “ininterrumpida e indefinida”.
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La institución de la cadena nacional prevista en la ley y su reglamento, no existe para que el Gobierno enlace a todos los canales de televisión y radio a la señal del canal oficial para que durante una crisis tan grave, desfilen funcionarios públicos y partidarios del Gobierno mostrándonos e imponiéndonos su visión de los hechos.
El Ecuador necesita hoy más que nunca libertad de expresión e información; y frente a un acto ilegal que rechazamos como demócratas que somos, la reacción que esperamos del Gobierno que exige democracia, es más democracia y no la imposición de una sola verdad oficial.
Esta lamentable jornada nos deja dos visiones: una, que quien siembra vientos cosecha tempestades; y dos, que este Gobierno no entiende ni tolera la libertad de expresión.
Que Dios proteja al Ecuador.
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