AP
LA PAZ, Bolivia.- Doce delfines de agua dulce han vuelto a casa después de varios meses de vivir atrapados en un río del oriente boliviano que quedó obstruido por la deforestación y las riadas, relató la bióloga que participó en el rescate.

Los delfines, conocidos aquí como bufeos, dejaron su hogar en el Río Grande en el departamento oriental de Santa Cruz para procrear en las tranquilas aguas de un brazo de río Paila, pero las inundaciones de principios de año taponaron la salida al cauce mayor, explicó la bióloga Mariana Escobar.

El rescate concluyó el jueves y demoró seis días. Participaron cerca de un centenar de personas.

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A 360 kilómetros al norte de la ciudad de Santa Cruz, la zona del rescate es remota y aislada. Todos los años en la época de lluvias las inundaciones cubren una vasta llanura boscosa y las aguas casi tocan la copa de los arboles donde anidan papagayos azules, una especie amenazada.

Lo inasequible de la región permite el desarrollo de una rica flora y fauna todavía lejos de la zona de cultivos intensivos en Santa Cruz, el motor agroindustrial del país.

Los delfines de río son dóciles y curiosos y eso los hace vulnerables. Los que quedaron atrapados estaban condenados a morir. En época seca como la actual el nivel de los ríos reduce drásticamente y el cuerpo de agua donde quedaron atrapados era pequeño y la alimentación escaseaba.

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La sequía que este año se presenta más severa por causa del fenómeno climático de El Niño puso en grave peligro a los cetáceos.

Los rescatistas utilizaron redes para atraparlos. Un coche todo terreno se encargó de transportar por caminos pantanosos uno por uno a lo largo de dos kilómetros hasta el Río Grande y desde allí en una lancha hasta aguas más profundas.

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Durante el rescate los delfines fueron recostados en colchones de espuma mientras biólogos los hidrataban todo el tiempo durante la travesía.

Los delfines de agua dulce viven en ríos profundos de la selva amazónica y buscan aguas más tranquilas para anidar donde además las madres enseñan a sus crías a pescar y alimentarse, explicó Escobar.

Bolivia es uno de los pocos lugares del continente donde no se come carne de ese cetáceo y por tanto no hay una amenaza directa, pero se trata de una especie vulnerable cuya vida depende en mucho del bosque que proporciona a los ríos frutos y nutrientes.

A pesar de ello, los delfines disminuyen en los ríos de la amazonia boliviana. Su color rosado destaca en las aguas lodosas cada vez que sacan su lomo para respirar en la superficie. Pueden llegar a medir hasta dos metros y pesar hasta 180 kilos.

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La vida de estos mansos cetáceos inspiró historias entre las comunidades indígenas que habitan a la orilla de los ríos. Según una leyenda, era una tribu de nativos muy valerosos a los que un dios envidioso convirtió en delfines rosados y condenó a vivir en agua dulce. Aun hoy, les atribuyen la procreación de todos los hijos sin padre.