Se profesan una especie de amor eterno que cuando uno muere, el otro también no tarda en morir de pena o pierde su capacidad reproductiva. No hay mayores estudios que confirmen esa extrema fidelidad, pero esa vida monógama se suma a las amenazas que ponen en peligro al futuro del papagayo de Guayaquil, especie endémica del país y declarada ave símbolo de la ciudad.