Los próximos cinco días serán claves para la Ley Mordaza. Luego de varias semanas de puja, los diputados gobiernistas aún no se ponen de acuerdo en cómo deberían actuar. El proyecto perverso que prepararon se derrumba ante los ojos de todos. El último golpe se lo dio la Unesco al repetir, casi textualmente, las mismas advertencias de centenares de ciudadanos. Pero el estilo del Presidente de la República es no reconocer nunca un error o fracaso, así que sus legisladores le dan vueltas al borrador, intentando maquillarlo de ley democrática. No hay cómo. El rostro del totalitarismo no admite cosméticos. La propuesta es tan contradictoria, deficiente y reñida con los derechos humanos que simplemente no tiene arreglo.

Quedan solo dos caminos entonces: o los legisladores gobiernistas se aferran a la Ley Mordaza y asumen su costo político –para el Gobierno, pero también para ellos– o la archivan hasta que el asunto se haya debatido ampliamente en la sociedad.