Cuando Sandra López terminó de escribir el libro Nardo y los zapatitos de oro decidió ir a tocar las puertas de las editoriales del Ecuador. Se presentó como lo que era: una periodista que había escrito un cuento. Ella deseaba que lo leyeran y si lo consideraban bueno, que lo publicaran. A muchas no les interesó la obra de una principiante. Pero hubo una que le dio el sí: editorial El Conejo.