La muerte del profesor bilingüe Bosco Wisum, de la etnia shuar, en Macas, en un enfrentamiento con la Policía el miércoles 30 de septiembre, se constituyó en una especie de halón de orejas que hizo resurgir a la Conaie.

La organización quedó dividida el lunes pasado cuando su presidente, Marlon Santi, suspendió el levantamiento indefinido.

Ahora, sus dirigentes afirman no creer en las ofertas de diálogo del Gobierno y exigen la presencia de garantes de la ONU y la OEA. Ayer, delegados del régimen intentaron, sin éxito, llegar a acuerdos con líderes shuar en Macas, pero retornaron a Quito.

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Los policías dispararon bombas lacrimógenas. Cientos de indígenas shuar, que tenían sus caras pintadas y lanzas en sus manos, respondían con piedras y palos. A las 16:00 del miércoles 30 de septiembre, el puente sobre el río Upano, a diez minutos de Macas, se convertía en escenario de una batalla campal. Los gendarmes, por disposición del Comando 17 Morona, a cargo del Gral. Patricio Franco, tenían la misión de despejar la vía Puyo-Macas, tomada por los indígenas desde el lunes 28, como parte del levantamiento de la Conaie. En la refriega hubo también disparos y un saldo trágico: un muerto, el maestro bilingüe Bosco Wisum, además de 53 heridos, 40 policías y 13 civiles.

Aquel hecho marcó un cambio radical en la protesta de la Conaie, que se había iniciado a las 00:05 del lunes con el carácter de indefinido, pero que en la Sierra duró apenas quince horas por una confusa organización y un aparente acuerdo para dialogar con el Gobierno. En la Amazonía sigue. La muerte y el accionar de los orientales se constituyó en un fogonazo que hizo despertar al movimiento.

Lunes 28, 15:00. Unos dos mil indígenas y campesinos de los cerros de Salcedo (Cotopaxi) interrumpen la carretera Latacunga-Ambato, en el puente de Panzaleo. Ellos dicen que están resueltos incluso a enfrentarse a la Policía. Lanzan consignas contra el Gobierno, contra el proyecto de nueva Ley de Aguas; expresan vivas a la movilización de la Conaie.

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De pronto, el presidente de la organización, Marlon Santi (kichwa de Sarayacu, Pastaza); el prefecto de Cotopaxi, César Umajinga; el presidente del Movimiento Indígena de esa provincia, Abraham Salazar, y el gobernador, Ramiro Vela, culminan un diálogo entre ellos, se suben al cajón de una camioneta y se dirigen a  los protestantes.

Los cuatro intervienen. Pero el discurso de Santi provoca una gran sorpresa. Dice que habrá diálogo con el Gobierno; que el presidente Rafael Correa los recibirá la mañana del martes 29 y, por tanto, se suspende el levantamiento, aunque advierte que harán un “proceso de control sobre las medidas del Gobierno”.

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Hasta el anochecer, los protestantes abandonan las vías, pero solo en la Sierra. En el Oriente, en cambio, apenas una hora después, surge una contraposición al anuncio de Santi. En Puyo, Tito Puanchir, presidente de la Confederación de Nacionalidades de la Amazonía Ecuatoriana (Confenae), filial de la Conaie, asegura que la suspensión es inconsulta y que las organizaciones de esa región siguen y de forma más radical.

Dividida y aparentemente derrotada aparecía en ese instante la Conaie, otrora movimiento poderoso que hoy agrupa al 70% de la población indígena y que influyó en el derrocamiento de los gobiernos de Jamil Mahuad y Abdalá Bucaram. La lucha para exigir que se incluyan sus planteamientos en la nueva Ley de Aguas y por otros requerimientos, quedaba centrada a una reunión, a la que ni siquiera iba acudir el presidente Rafael Correa sino sus ministros.

El Mandatario, en días previos y durante una alocución en Ibarra, la mañana de ese lunes, criticó a los líderes de la organización. “Gracias a Dios, el levantamiento es un completo fracaso”, refirió. El martes 29, la cita no se cumple. El levantamiento se pone fuerte en Pastaza y Morona Santiago, donde el miércoles 30 se produce la muerte de Wisum. Ahí comienza la reacción. La Ecuarunari, filial de la Conaie en la Sierra, anuncia que retoma la medida desde la medianoche y de forma radical. Correa, por aquella muerte, suaviza su discurso y en una cadena en la que repite dos veces, “por favor”, afirma: “Sentémonos a dialogar, queridos compañeros, hermanos de la Conaie. depongamos posiciones”.

La suspensión del levantamiento del lunes que fraccionó a la Conaie tuvo como gestor al Gobernador de Cotopaxi, quien hasta hace unos tres años era el capacitador del Movimiento Indígena en esa provincia. Él daba talleres de organización y derecho a la protesta. Motivaba a reclamar, a hacer escuchar su voz, con diversos métodos. Su esposa, Marina Almeida, fue  diputada alterna por Pachakutik, brazo político de la Conaie.

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“Cambió el discurso por el poder y ahora divide al movimiento indígena”, afirma un dirigente de esa provincia que pide no se cite su nombre. Vela, quien fue presidente de la Junta de Regantes y defendía el derecho al agua, participó  como candidato a prefecto por PAIS y perdió. Luego llegó a la Gobernación.

A las 12:00 del lunes 28, el funcionario llama por celular a Marlon Santi, quien estaba en Panzaleo, para plantearle un acercamiento, con la venia del ministro de Seguridad Interna y Externa, Miguel Carvajal. Luego de varios contactos telefónicos, Vela llega al sitio de la protesta a las 14:30 y plantea  a Santi, Salazar y Umajinga que se levante la medida y organice el diálogo. “Santi dijo que no podía decidir solo. Llamó tres veces al señor Tito (Puanchir, de la Confenae) y habló en kichwa con alguien de Cayambe; hizo varias llamadas”, dice Vela.

Vela argumenta que es partidario de solucionar los problemas sin presión y aclara que en ningún momento dijo que el presidente Correa recibiría a los dirigentes de la Conaie, sino una comisión interministerial. “Discutamos lo que tengamos que discutir; ajustemos lo que tengamos que ajustar”, afirma respecto a los cuestionamientos indígenas a la Ley de Aguas.

Aquella decisión de Santi, influenciada por Vela, mantiene a la Conaie con un cuestionado liderazgo, estructurado por Santi como presidente, y secundado por los líderes de la Costa, Sierra y Oriente. Los pedidos, que inicialmente eran de rechazo a la nueva Ley de Aguas, se multiplican y cada regional tiene los suyos. Delfín Tenesaca, del Movimiento Indígena del Chimborazo (MICH), reconoce que de pronto se produjo una crisis de liderazgo. “La dirigencia de la Conaie debe consultar con las tres regionales para tomar una decisión. Lastimosamente el compañero Santi apresuradamente anunció que se suspende y quitó fuerza a la movilización. Eso ha dado coraje a los compañeros y algunos no quieren obedecer”, señala.

La Federación Interprovincial de Centros Shuar (Ficsh, de Morona Santiago, Zamora Chinchipe  y Pastaza) es una de las más radicales y su presidente, Pepe Acacho, es contundente. “Desconocemos al compañero Santi, porque él abandonó el campo de batalla. Nosotros seguimos porque nuestra lucha es por el agua, el aire y la naturaleza”.

El presidente del MICH admite que influyen mucho los intereses regionales. Cada grupo tiene su propio pedido y la prioridad –dice Tenesaca– es estructurar un plataforma nacional. Entre los temas están la aplicación de la plurinacionalidad, la nacionalización de los recursos naturales (minería y petróleo), la redistribución del agua y la defensa de los territorios, derogatoria de decretos que acaban con educacion bilingüe.

Tenesaca señala que en la Sierra central es un problema la generación de minifundios, que se da por la entrega de escrituras a los indígenas, retaceando las tierras comunales. “No puede ser que unas 40 hectáreas se repartan a 400 comuneros. ¿Qué puede hacer con eso, qué deja a sus hijos?”, menciona.

Considera el dirigente que es hora de actuar. “Para nosotros, los dirigentes, es un halón de orejas. Las bases están enojadas y manipuladas por infiltrados del Gobierno, entre ellos los tenientes políticos. Muchos están entrando en una posición partidista, electorera y eso no solo es de este gobierno”, afirma el dirigente. Por eso, señala, es imprescindible fortalecer a los gobiernos comunitarios de cada sector. “Es como si estuviéramos infectados de algún virus y a ese (partidario del Gobierno) hay que sacarlo”, explica.

En la Amazonía, los pueblos y nacionalidades tienen su respectiva plataforma de lucha. La Ficsh pugna por preservar la selva virgen, los ríos y está en contra de la minería. Forma parte de ese grupo el Consejo de Gobierno del Pueblo Shuar Arutam, que se asienta en la cordillera del Cóndor. Defiende la selva y está contra las mineras. Pese a que sus integrantes trabajan con el gobierno en el plan Socio Bosque, reclaman atención del Estado. “Si ese plan es del Gobierno, nosotros no tenemos ningún compromiso y no estamos impedidos de protestar”, asegura su presidente Raúl Petzaint. Él reconoce que hay fricciones con los representantes nacionales pero cree que la Conaie saldrá fortalecida.

Pepe Acacho reniega del incumplimiento del Gobierno. En marzo del 2008, la Ficsh le entregó a Correa sus pedidos. “Nada se ha atendido”, asegura.