Es la  flor más elegante y exuberante del mundo, pero la orquídea no solo es símbolo de belleza sino que, según los estudiosos, esconde en su reproducción y crecimiento un tesoro de la naturaleza: es termómetro de conservación del ecosistema.

Se la considera un medidor de la salud de un ecosistema porque nace y crece donde encuentra la variedad de insectos que requiere para su reproducción, dice el especialista Juan Del Hierro, uno de los organizadores de la Expo Orquídeas 2009 de Quito, que se realizó el pasado fin de semana y en la que se mostraron las variedades que conservan Ecuador, Brasil, Taiwán, Alemania y Nicaragua, admiradas por más de 25.000 visitantes, entre ellos los coleccionistas y científicos.

Para Harry Zelenco, un estadounidense radicado en Quito y autor de la  Enciclopedia pictórica de las orquídeas, la atracción por esas flores radica en su diversidad de colores, formas y tamaños, que pueden variar desde  4 milímetros hasta 22 centímetros de ancho; en ocasiones son  diferentes entre sí, pero pertenecen a una misma familia. 

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Se considera que Ecuador, donde el padre salesiano Ángel Andretta fue quien descubrió estas plantas en los árboles a las orillas de los ríos en el Oriente en los años treinta, tiene más especies de orquídeas registradas y descritas por taxonomistas que cualquier otro país: hasta el momento 4.200 especies.

En los hábitats en los que aún sobreviven las orquídeas, fuera de los invernaderos de especies híbridas y de las floristerías, se comienza a crear un nuevo turismo. Más allá de la ornamentación y el romanticismo que comúnmente desprende, esta flor es objeto de colección, que en círculos de naturistas crea una especie de “orquideomanía” y “fiebre de la orquídea”.

Sin embargo, hay algo que sí es preocupante en el Ecuador, donde la mayoría de especies de orquídeas crece  como epifitas (en troncos de  árboles), pues pocas son terrestres. “Muchas están desapareciendo rápidamente por la deforestación y  la agricultura”, refiere Zelenco.

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Él cree que el ‘ecoturismo de orquídeas’ (en las urbes, como Guayaquil y Cuenca están en los jardines botánicos), una modalidad que cada vez convoca al país a más especialistas extranjeros, es un gran aporte para evitar su rápida extinción.

Con él coincide Del Hierro, al decir que si un caminante y trepador descubre una orquídea salvaje es porque el entorno que le rodea está en equilibrio, pero, con la deforestación y el cambio climático, hoy los ecosistemas sanos están en peligro y, por tanto, también la reproducción natural de la planta.

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“A muchas orquídeas silvestres no ‘les gusta’ vivir lejos de los bosques.
Florecen y producen semillas si hallan  la combinación de agua, luz y temperatura exactas, con la corteza de árbol adecuada, en el ángulo perfecto, con una especie determinada de insectos y desechos.  Muchas especies de orquídeas silvestres no se comercializan porque no son bonitas o  nadie ha dado exactamente con lo que necesitan para sobrevivir”, señala Susan Orleans en su libro  El ladrón de orquídeas, obra que luego fue llevada al cine por Spike Jonze.

Detalles

Semejantes
Todas tienen las mismas partes: dos pétalos, tres sépalos, un labio y una columna, que contiene los elementos reproductivos.

Reproducción
Las orquídeas no pueden ser exportadas desde Ecuador a menos que hayan sido propagadas y cultivadas con ese objetivo. Para cultivarlas con fines comerciales se debe obtener una patente y para exportarlas se requiere de un permiso especial para el tráfico de especies en peligro de extinción, además de los permisos fitosanitarios. Aparte hay regulación para comercializar los híbridos.

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Asociaciones
En el país hay asociaciones de orquideología en Guayaquil (fue la primera), también en Cuenca y Quito, entre otras.

Cifras

4
Milímetros y hasta 22 centímetros de ancho pueden llegar a tener las orquídeas.

25.000
Especies de orquídeas hay en el mundo. Ecuador es el país con más registros: 4.200.