Pape Mbaye atrae mucha atención. Incluso en la apática Nueva York, la gente observa su manera de caminar (la palabra pavonearse define su estilo) y escudriña sus atuendos, que, en una tarde reciente, incluían pantalones pescadores blancos a la cadera, cartera negra, delineador y joyería adornada con diamantes. Y a él le gusta. “Soy fabuloso”, expresó. “Me siento bien”.

Mbaye, de 24 años de edad, es un artista de Dakar, Senegal, conocido ahí como bailarín, cantante y cuentacuentos. Sin embargo, pese a que su extravagancia podrá ser celebrada en Nueva York, atrajo el tipo equivocado de atención en África Occidental, este año, y casi le cuesta la vida.

En febrero, una revista senegalesa publicó fotografías de lo que se reportó era una boda gay clandestina y señaló que Mbaye, quien aparece en las imágenes y es homosexual, había organizado el evento.

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Durante los siguientes seis meses, narró Mbaye, fue acosado por la Policía, atacado por muchedumbres armadas, expulsado de su hogar, difamado en los medios nacionales y obligado a vivir como fugitivo por toda África Occidental.

En julio, Estados Unidos le otorgó estatus de refugiado, uno de los pocos casos en los que se le ha brindado protección tal a un extranjero que enfrenta persecución con base en su orientación sexual.

Un mes después, Mbaye llegó a Nueva York, y, con el tiempo, se mudó a un pequeño cuarto amueblado en el Bronx, que renta por 150 dólares a la semana. “Hay seguridad, independencia y paz”, comentó, sobre su nuevo país.

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Sin embargo, al tiempo que ha comenzado a buscar trabajo, con la ayuda de algunos inmigrantes senegaleses que conoce de Dakar, Mbaye evita en gran medida al grueso de la comunidad senegalesa, por temor a que los mismos prejuicios que lo orillaron a salir de África puedan afectarlo en Nueva York.

En una tarde reciente, mientras visitaba a unos buenos amigos de su familia originarios de Dakar, que viven en Harlem, recordó una salida para ir de compras a la Calle 116, donde trabajan y viven muchos senegaleses.

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Ahí, señaló, fue acosado por un hombre senegalés, quien se burló de su atuendo y lo amenazó.

“Me dijo, ‘si estuvieras en Senegal, te mataría’”, recordó Mbaye.

Durante los últimos años, la histeria antigay se ha extendido por zonas de África, impulsada por reportes sensacionalistas en los medios sobre homosexualidad abierta entre figuras públicas y atizada por tabúes profundos y perdurables que han hecho que sean aceptables hasta las declaraciones más llenas de odio contra los gays.

Durante un buen tiempo, Mbaye había vivido la versión senegalesa de la buena vida. Trabajaba como un griot: cantante y cuentacuentos invitado a bodas, fiestas de cumpleaños y otros eventos. Según los estándares de África Occidental, le daba para vivir bien.

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Mbaye espera reanudar su trayectoria en Estados Unidos, aunque reconoce que hasta que mejore su inglés, tendrá que cantar en francés y wolof, un idioma africano.

También sueña con obtener un contrato de modelaje. Mientras tanto, afirmó, hará prácticamente cualquier cosa.

“Me gustaría un empleo en un restaurante, hotel o club, o en perfumes o maquillaje”, señaló, “pero nada de albañilería”.

En el hogar de sus amigos, en Harlem, celebró su libertad recién adquirida.

“¡Quiero vivir con los gays!”, comentó, al tiempo que reían sus anfitriones. “¡Pape Mbaye es estadounidense!”