Mucho me temo que el infiltrado mayor podría estar en lo cierto; a lo mejor gana por goleada, porque los últimos treinta años la partidocracia se encargó de prostituir la conciencia cívica del pueblo y Correa por supuesto no ha hecho nada para cambiar eso. Los antiguos partidos obligaban a los pobres a mendigar por subsidios y camisetas. Él hace lo mismo. La partidocracia liquidó sin piedad a cualquier nueva figura política. Correa actúa del mismo modo con Acosta. Sus antecesores insultaban y perseguían a sus críticos. Él es igualito.

En el antiguo sistema, todo eso siempre consiguió votos; y como el sistema no ha cambiado…

Además, a Correa le sobra dinero para repartir migajas, y para comprar espacios publicitarios que estupidicen a los pobres, que si no pudieron asistir a una escuelita, mucho menos leerán la nueva  Carta de la Esclavitud.

Por último, no hay nadie que se le oponga a Correa. Los restos de la vieja partidocracia no tienen autoridad moral para hablar. Los gremios y movimientos sociales están desmoralizados.

Pero hay un detalle que no deberíamos olvidar. El pueblo aprende. En estos precisos instantes está asistiendo a un curso intensivo de alta política. Compara su situación  actual con el pasado cercano y encuentra que Bucaram gobernó con un crudo de 7 dólares y Mahuad con uno de 10; Correa en cambio tiene petróleo de 140 dólares y aun así suben los precios, el empleo no crece y la miseria continúa. Un día la Intendenta dice que hay una lista de precios; a la mañana siguiente el Gobierno la contradice.

Se ha dicho que al pueblo le gustan los líderes fuertes. Puede ser, pero solo cuando obtienen resultados. Los líderes fuertes que solo gritan pero no hacen andar las cosas, terminan odiados.

Así que a lo mejor un sector del pueblo se revuelve y digo, es solo un decir, quizás a última hora tome del brazo a Correa y le impida su paliza. La encuesta más reciente de Santiago Nieto demostró que después de la incautación a los Isaías, el voto por el Sí aumentó 2 puntos, pero el No creció en la misma proporción. Si las elecciones fuesen hoy, el Sí acabaría aplastado por un 60% de votos nulos, blancos y No. Por eso había que atropellar la Constitución y adelantar las elecciones.

Quizás Correa nos dé una paliza a los que reclamamos por el auténtico cambio. No sería la primera vez. León Febres-Cordero también se jactaba de que nunca  perdió una elección  y tuvimos que aguantarlo dos décadas. Para los totalitarios, no es el pueblo el que triunfa, sino ellos. Por eso disfrutan un orgasmo intelectual cuando ganan una elección. En cambio lloran amargados cuando pierden. Algún día tendremos dirigentes políticos más maduros, que entiendan que en la derrota también se gana.  Algún día.

La historia no está escrita en piedra. El pueblo aprende. Le cuesta. No tiene maestro y le toca enseñarse a sí mismo. Pero se ayuda con su instinto. Bastaría que un pequeño sector de ciudadanos se organice en movimientos cívicos y se acerque al pueblo, con la mano tendida y una campaña modesta, para que la vieja y la nueva partidocracia se vean en  aprietos.

Si así ocurre,  a lo mejor, no hay paliza sino, parafraseando al cultísimo comandante Hugo Chávez, “una derrota de m…”.