De cómo TC le cayó encima a Ecuavisa cuando sus periodistas denunciaron el atraco bancario. De cómo hicieron lo mismo contra el director de diario Hoy, inventando historias de su vida personal.

De cómo amenazaron a los periodistas de EL UNIVERSO por sus investigaciones sobre Filanbanco. De cómo les ordenaron a sus presentadores que pidan a gritos la cárcel para Emilio Palacio por haber denunciado que el dueño del país de entonces estaba dispuesto a pagar 6 millones de dólares para que los jueces corruptos exoneren a los banqueros ladrones.

En ese tiempo, Correa llevaba una vida tranquila de profesor universitario. Nunca lo oí decir ni “mu” ante esos atropellos. Para nosotros, los Isaías eran una pesadilla diaria; para él, no pasaban de ser una estadística en sus análisis teóricos macroeconómicos.

Cuando llegó al poder, eso no cambió mucho. ¿Conocen a algún periodista que trabaje para los hermanos Isaías que Correa haya insultado en este año y medio? A Carlos Vera y Jorge Ortiz no los puede ni ver, pero nunca tuvo inconveniente para dejarse entrevistar por TC o Gamavisión.

Pero el mundo da vueltas. Gracias al repudio popular, los hermanos Isaías corrieron la suerte de la vieja oligarquía auspiciada por el Partido Social Cristiano. Perdieron el poder.

Correa en cambio se convirtió en el mejor exponente de una nueva oligarquía, que llegó al poder en nombre del socialismo, aunque sus cabecillas vivan en la vía a Samborondón, en las ciudadelas lujosas de los valles de Quito o en los barrios más elegantes de Cuenca o Manta. Alexis Mera, Vinicio Alvarado, Camilo Samán. Apréndanse esos nombres, son los apellidos que ahora mandan.

Esta nueva oligarquía se adueñó ya de buena parte de las instituciones del Estado. Lo poco que le falta (algunos jueces y uno que otro alcalde) lo conseguirá con la nueva Constitución.

Pero le falta el poder ideológico. Porque Correa tiene mucha credibilidad, pero no un cheque en blanco. Por eso que necesitan más medios de comunicación. Porque la campaña electoral ya comenzó y las encuestas no son favorables.

El discurso del socialismo, además, se está agotando, porque algunos izquierdistas comienzan a entender que los utilizaron.

A esta nueva oligarquía no le basta con El Telégrafo y el canal de televisión estatal, tan mentirosos y soberanamente aburridos que ni siquiera sus simpatizantes los siguen. Tampoco alcanza con las cadenas oficiales eternas. Ni los miles de millones de dólares en publicidad pagada. Las oligarquías son así, necesitan del totalitarismo.

“Pelea entre blancos”. La expresión se la usa en el campo cuando dos oligarcas, caciques, dueños del país o pelucones se entablan en feroz combate. “Pelea entre blancos”. Es lo que están protagonizando Rafael Correa y los hermanos Isaías desde el martes.

Por mí, que se destrocen a golpes, pero que no nos digan que se sacrifican por nosotros. Los unos defienden su bolsillo gordo, gordo; los otros, se aseguran de perennizarse en el poder. Lo malo es que, como antes, será el pueblo el que pague la entrada a un espectáculo donde él será el gran perdedor.