Vecinos toman energía del tendido eléctrico para las luminarias. La Categ cuestiona la práctica.

Los ataques delictivos ocurrían con frecuencia, recuerda Elena Torres, habitante de la manzana 231 de la cdla. Sauces 5, al norte de Guayaquil.

Refiere que caía la noche y el temor de convertirse en “las próximas víctimas” se apoderaba de las familias asentadas en este bloque y en la manzana vecina, número 234, separadas entre sí por una peatonal.

Pero hace cinco años los residentes contrarrestaron la peligrosa situación e iluminaron el pasillo con una hilera de 30 focos conectados directamente al tendido eléctrico, y que son activados mediante un  breaker.

Publicidad

“Nos reunimos y nos pusimos de acuerdo para todos cooperar. Unos dieron (dinero) para el cable, otros focos, otros donaron boquillas”, dice Vicente Andrade, señalado por sus vecinos como promotor de la iniciativa.

Andrade, de 56 años, hace cinco trabajaba en una fábrica de plásticos. Cuenta que consiguió que su entonces jefe le done las 30  pantallas (especie de platos de aluminio para proteger lámparas), luego de que le contó para qué las necesitaba.

Desde allí, con la peatonal iluminada hay más actividad nocturna, dicen los moradores que se preocupan  por el buen funcionamiento del sistema, aunque algunos muestran ansiedad porque la regeneración urbana llegue al sitio, al igual que en otras peatonales de la zona.

Publicidad

Solicitaron la obra al Municipio hace cinco años, pero todavía no  responde, dicen.

La colocación artesanal de hileras de focos y reflectores para iluminar peatonales y calles es cuestionada por la Categ que considera la acción como “hurto de energía”, coinciden supervisores de la entidad.

Publicidad

En estos casos, personal de la institución corta los cables conectados al tendido eléctrico para interrumpir un consumo de energía que “no es asumido por nadie”.

El morador Carlos Villón, al igual que Andrade, cuenta que ha discutido con representantes de la Categ para evitar el corte. “Les explicamos que es por cuestión de seguridad. A veces son conscientes y nos dejan, otras veces hay que darles ‘cualquier cosa”.

La peatonal donde habita Villón (38) divide las manzanas 176 y 177 de la cooperativa Piso y Techo, en el sector de la cdla. La Floresta 2, sur de la urbe.

Hace cuatro años luce iluminada por una “guirnalda” de focos, protegidos por bandejas plásticas de color celeste.

Publicidad

Pero también hay calles que durante la noche resaltan por sus hileras de luces, como ocurre en la 43 y Oriente, en el suroeste.

Jorge Valverde (42) fue el promotor. Este propietario de una vulcanizadora reseña que tuvo el respaldo de sus vecinos,  preocupados por la inseguridad que generaba la presencia de pandilleros en la zona.

“El ladrón busca la oscuridad para robar, pero ahora que están las luces se ha calmado la cosa”, expresa Valverde.

Los vecinos establecen turnos para cambiar los focos. Según la moradora Grace Velasco, es necesario reemplazarlos cada tres meses.

Proporcionar iluminación a las calles y peatonales a cuenta de los barrios resulta común en Guayaquil, pero a veces la idea no prospera por la falta de colaboración entre residentes, entre otras causas.

En la peatonal entre las manzanas 457 y 459 de la cdla. Sauces 8, al menos hay doce viviendas por lado, pero los focos encendidos no cubren ni la mitad del espacio. El resto permanece apagado. Los habitantes aseguran que todos aportaron con dinero para el plan, mientras los promotores alegan que hay una falla en la instalación de cables que no se ha podido superar.

En la cdla. Huancavilca, en el sur, aunque tuvo el apoyo inicial de sus vecinos para la instalación de quince focos en la peatonal de la manzana 16, Piedad Maldonado luego tuvo que asumir casi la totalidad del costo de las lámparas luego de que se  quemaran durante el invierno anterior.

Pero Maldonado no reniega de la situación, pues dice que más vale la seguridad que ahora siente al tener iluminada su peatonal y más bien tomará previsiones para que la situación no se repita.