Aquí se inició la revolución liberal alfarista, y ahora será sede de la Asamblea Constituyente.

Lo primero que sorprende al llegar a Montecristi es que hay mucha gente en las calles, tanta como imágenes de Alfaro. Artesanos que esperan a sus clientes, turistas que compran y otros que simplemente descansan. El movimiento es constante y no deja de serlo mientras el sol brilla sobre la caña, la madera y el cemento de las casas, algunas con más de un siglo de antigüedad y todavía en pie.

Esta ciudad, se extiende a las faldas del cerro de su propio nombre y se encuentra a cien metros sobre el nivel del mar. Fundada en 1741, en junio de 1824 se convierte en cabecera cantonal. También fue capital de la provincia de Manabí hasta que, el 15 de julio de 1866, un voraz incendio la destruyó completamente.

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En esta población nació Eloy Alfaro, el 25 de junio de 1842, el caudillo que inició y consolidó la revolución liberal del Ecuador, después de muchas batallas y derrotas.

En Montecristi puede visitarse la casa de Alfaro y en el pueblo cercano de Jaramijó, en el sitio denominado Balsamaragua, pueden verse los restos del barco Alajuela en donde estuvo Alfaro en la batalla naval del 6 de diciembre de 1884. La población, de 37.472 habitantesproximadamente, conserva como tradición histórica su vocación artesanal basada en la paja toquilla, el mimbre y el bejuco.

Una ciudad capital

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En pleno centro, cercado por el cerro Montecristi, está la explanada donde en menos de seis meses deberá estar construido el edificio que será la sede de la Asamblea Constituyente, con poderes totales para cambiar al Estado ecuatoriano. Una construcción que tendrá un costo aproximado de cuatro millones de dólares y que llevará el nombre de ‘Ciudad Alfaro’.

Su diseño es obra del arquitecto guayaquileño Francisco Aguilera. Los 2.500 metros cuadrados donde se va a construir el edificio son parte de un sitio denominado ‘Terraza Centinela’. Hace más de 150 años era el monte en el cual el pequeño Eloy Alfaro se trepaba y como todo niño jugaba hasta llenarse de lodo y desaparecer bajo las capas de tierra.

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“Bajaba y le caían a golpes por regresar bien sucio”, dice Humberto Casanova, artesano del lugar, quien se dedica a la fabricación de sombreros de paja toquilla, más conocidos como Panama hats (sombreros de Panamá).

A la hora del almuerzo, lo mejor es sentarse en una de las bancas de la plaza Eloy Alfaro, rodeado de referencias al ‘Viejo Luchador’, como se le conocía. La economía está sostenida por las casi 50 fábricas que hay en la región, así como por el turismo. De enero a julio los artesanos consiguen vender sus trabajos, sobre todo sombreros que toman de uno a tres meses de fabricación, dependiendo del tipo de paja, lo que también altera sus valores. “Los extranjeros se llevan los más caros, que los vendemos en pequeñas cajas de madera balsa”, agrega Casanova, quien habla con cansancio, pese a que no hace tanto calor como en otras ciudades de la costa. La temperatura media anual es de 24 grados centígrados. “Muchos artesanos se están endeudando con los bancos para aumentar la producción, la expectativa es que la Asamblea mueva mucho más al pueblo” dice Cristobal Toro, alcalde de la ciudad.