La escultura estuvo en su original lugar de la av. de las Américas durante 45 años hasta diciembre pasado.

Lo que para incontables porteños fue un ícono referencial de su paisaje urbano en el sector norte de la ciudad, efectivamente ya no va más y quienes se acostumbraron por cuatro y medio décadas a  mirar a diario la figura del Viejo Luchador en actitud de guiar a sus montoneras hacia la definitiva victoria, constituirá solo un recuerdo. Asimismo, las estampas de promoción turística y los cuadernos que lo mostraron en su antiguo sitio, pasaron al baúl de las evocaciones.

La estatua se erigió en ese lugar en 1961, cuando aún no se hablaba de la intersección de las avenidas de las Américas con su similar la Kennedy y se la podía admirar con todos sus detalles hasta hace algún tiempo, porque eran escasas las edificaciones circundantes.

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Los transeúntes diarios y obligados que por trabajo, estudio, viaje o domicilio en las ciudadelas que surgieron al norte la miraban, mantienen  en su memoria los inicios del monumento y los cambios que tuvo en ciertas épocas.

Y qué decir de las agrupaciones políticas, magisteriales  e institucionales que en múltiples ocasiones con motivo de la recordación  del 5 de Junio (día del liberalismo) y del 28 de enero (aniversario de la muerte del general Alfaro) culminaron sus marchas y desfiles al pie de ese monumento y usaron el pedestal como tribuna y trinchera literaria para arengar a los conciudadanos a la conquista de reivindicaciones.

Ahora, para bien o para mal,  el monumento a Eloy Alfaro que el pueblo con su característica chispa y gracia pero sin perder su respeto al ex magistrado lo motejó como el “No  empujen”,  está desde el 23 de diciembre pasado en su nuevo domicilio en el Complejo de la Unidad Nacional,  diagonal a los puentes Carlos Pérez Perasso y Rafael Mendoza Avilés, vecindario adonde también las autoridades municipales trasladaron desde el malecón Simón Bolívar la estatua de Guayas y Quil, figuras de leyenda que le daban el nombre a nuestra ciudad.

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Historia
La realización del monumento con que Guayaquil exalta la ilustre personalidad y la obra del líder manabita, correspondió al escultor lojano Alfredo Palacio Moreno, autor de otros valiosos trabajos en nuestro medio.

Palacio era rector de la Escuela Municipal de Bellas Artes cuando el Comité Pro-Monumento al General Eloy Alfaro, que fundó y presidió Genaro Cucalón Jiménez, le encargó la ejecución del proyecto.

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El Chaval o Don Alfredo, como le decían con respeto  sus colegas y alumnos, contó con la colaboración de algunos de ellos para emprender y terminar la obra que se la entregó al Cabildo de Guayaquil  la tarde del domingo 8  de octubre de 1961, con asistencia de  Miguel Wagner Velasco, jefe político del cantón en representación del gobernador  del Guayas, Carlos Grunauer Toledo, y Amalio Puga Pástor, edil, a nombre del alcalde Pedro J. Menéndez Gilbert.

También concurrieron Carlos Baille, decano del Cuerpo Consular; Eloy Avilés Alfaro, en representación de los descendientes del general Alfaro; Armando Espinel Mendoza, Rafael Mendoza Avilés, Manuel Díaz-Granados, Antonio Vera Lago, Clemente Baquerizo, Washington Zavala Loor, Humberto Molinari  y demás miembros del comité pro erección.

Las alumnas de la escuela de la Sociedad Hijos del Trabajo colocaron una ofrenda floral y cantaron el Himno Nacional que entonó la banda de la Policía Civil; los estudiantes del colegio Cinco de Junio  depositaron una ofrenda.

Para la los fondos de erección del monumento el Congreso Nacional creó en 1954 un impuesto que fue limitado a 500 mil sucres y pasado luego a construcciones militares en la frontera por Decreto de Emergencia del Ejecutivo. Ayudaron finalmente el Consejo Provincial y la Casa de la Cultura del Guayas, la Municipalidad de Guayaquil  y otras entidades.

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Cambios y clonaciones
Lo ocurrido en estos últimos meses con el cambio de ubicación del  monumento a Eloy Alfaro no deja de causar  preocupación en muchos vecinos, pues  ellos temen que se pongan de moda las ‘clonaciones escultóricas’ debido al intento que hubo con la que es tema de esta nota, o porque podría aparecer alguna autoridad seccional o nacional con la apresurada e ingrata idea de cambiar de sitio el  Reloj Público,  la Columna de los Próceres Octubrinos, el monumento a Simón Bolívar y  otras obras artísticas que se quedaron en sus ubicaciones primitivas, aunque el entorno urbanístico desarrolló sobremanera.

Recordemos que hace décadas se lanzó la idea de dividir el parque del Centenario y dejar la Columna para que a su alrededor circulen los vehículos; asimismo, que algunos entendidos en urbanismo criticaron la alteración simbólica que sufrió el hemiciclo de la Rotonda, que incluye el monumento a Bolívar y San Martín,  pero que aplaudieron la ubicación definitiva para el monumento al prócer y poeta José Joaquín de Olmedo en el malecón del río Guayas.