Centros médicos, financieras, hoteles, condominios, importadoras, talleres, vidrierías, edificios para alquiler de oficinas; dependencias ministeriales, bancarias, educativas y hasta sub-sedes de partidos políticos son ejemplos de la diversidad comercial en el barrio Orellana (centro de la ciudad).

Más de 50 años después de su creación, diseños de antaño cambiaron y contrastan con la realidad actual.

Hoy, pocas casas conservan techados de tejas, esculturas o similitudes propias de castillos. En Padre Solano y Esmeraldas prevalecen dos “bautizadas” como Villa María y Villa Matilde.

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El intenso tráfico vehicular que a diario soportan calles como Los Ríos, Esmeraldas y Tungurahua llena de bullicio al sector.

Carlos Sorroza, habitante del barrio Orellana desde 1953, dice, con cierta resignación, que “ya se acostumbró al ruido”. En parte –afirma este residente de 65 años– la construcción del paso a desnivel en la calle Manuel Galecio influyó en esta realidad que “ya tiene años”.

Recuerda que su “gallada” Los Sacachispas mantenía rivalidad con Los Bikikes, a quienes enfrentaban en “disputados partidos de indor” en el American Park, un salón de eventos ubicado donde hoy se levanta la plaza Rodolfo Baquerizo (Nueve de Octubre y Tungurahua), según explica Sorroza, quien tiene una despensa en esta última calle.

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“Había parque de diversiones, bailes, orquestas, teatro y otras programaciones artísticas”, indica Marcela Benítez (68), residente de Quisquís y Tulcán desde 1946.

Sobre el origen del asentamiento, Benítez resume que el barrio Orellana fue un conjunto habitacional de la Caja de Pensiones (nombre anterior del Seguro Social).

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“Fue un programa dirigido a profesionales. Este lugar fue cuna de las familias más honorables de la época”, destaca.

Refuerza su aseveración nombrando una serie de apellidos. “Si bien no han salido presidentes, hubo ministros, empresarios, políticos...”, cita.

Benítez no tiene hijos. Aparte de la pensión jubilar que recibe, sustenta su economía en alquilar una pieza a una estudiante universitaria.

Cintas plásticas alusivas a la bandera de Guayaquil en la calle Vernaza son residuos de recientes festividades. “El parque del Amor” permanece cerrado porque es preferible tenerlo como jardín ,indica Elena Triviño.

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Aunque no se  
El barrio Orellana no se secciona por manzanas. Relativamente pequeño, residentes consultados determinaron los siguientes límites.

Al norte, Manuel Galecio; al sur, el bulevar Nueve de Octubre; al este, Avenida del Ejército y al oeste, el Malecón del Salado, coincidieron.

Flujo vehicular intenso acompañado de pitazos resultado de la impaciencia de choferes y letreros por doquier son referentes de un barrio con espasmos de colonial.