Actualmente una persona de la clase media de los países pobres vive más cómodamente que los reyes de la época del Renacimiento europeo; la higiene, la alimentación, la vivienda, el transporte, el vestido son actualmente, si no más bellos, más cómodos. Los bienes disponibles han crecido mucho, pero la democracia formal ha mejorado muy poco la distribución, pues los bienes siguen en pocas manos. Además, a pesar de la mayor cantidad de bienes, hoy ni los ricos son más felices que la generalidad de las personas de ayer. Los medios de comunicación permiten establecer comparaciones entre lo que nosotros tenemos y lo que tienen los otros. No nos comparamos con los que tienen menos; miramos solo al grupo de los que tienen más y queremos ingresar en él y cerrarlo después de nuestra entrada. El egoísmo hace de la exclusividad un elemento de su felicidad.

Según cálculo de entidades especializadas, 1.200 millones de personas pasan hambre. Los pocos pueblos que han absorbido la riqueza del mundo no solo por su ejemplar dedicación al trabajo, sino también por su monopolio de los avances de la ciencia y de la técnica, acordaron hace cinco años llegar en el 2015 a reducir a la mitad el número de pobres en el mundo.

Acabar con la pobreza es técnicamente posible; no hay problema de escasez de recursos que las tecnologías no hayan resuelto o no puedan resolver. La erradicación de la pobreza depende de la voluntad política de mantener el modelo de desarrollo global, que beneficia más a los ricos.

¿Quiénes defienden el actual modelo de desarrollo radicado en la exclusión? Las corporaciones multinacionales y los lobbies empresariales, que han ido adquiriendo un poder superior al del Estado. Dando “limosnas” mantienen, con nuestra ceguera y complicidad, el control de la ciencia y de la técnica. Estamos, dice Pablo Martínez Osés, coordinador de la campaña Pobreza Cero, apresados por los intereses económicos, comerciales, financieros, que van cayendo en manos anónimas que dirigen las empresas transnacionales, imponiendo, también a los gobernantes, ideologías y modos de vida, que protegen sus intereses.

Algunos ejemplos: –La afirmación de que el mercado por sí solo garantiza el bienestar de la ciudadanía. –Las afirmaciones y exigencias de que se reduzcan los gastos públicos, de que liberalicen no solo los productos, sino también los capitales y las leyes laborales, para favorecer a los inversores extranjeros. –La propaganda con la que se difunden sus métodos de vida y de consumo: alimentación, vestido, vivienda.

Estas medidas macro y microeconómicas destruyen las fuentes locales de producción y dejan el campo libre para esa colonización anónima de los industrializados. Desde esta perspectiva es positiva la integración de fuerzas y recursos entre países similares, como Ecuador, Venezuela, Colombia, Perú; integración controlada por los gobiernos para beneficio de todos, no solo de un grupo.

La lucha contra la pobreza es inseparable de la defensa de la propia identidad, matriz de la libertad. Capacitémonos, organicémonos, para producir más y repartir mejor.