El 26 de abril informamos en este mismo espacio los motivos por los cuales Roberto Aguilar se alejó de EL UNIVERSO. Al respecto no tendríamos nada que agregar, pero la carta que ahora él nos envía en efecto amerita una respuesta para los lectores, que tienen derecho a que la política editorial de los medios sea meridiana y clara.

Coincidimos con Roberto Aguilar en algo: hay periodistas que no dicen las cosas como son. Por miedo o por acomodo, cierta prensa encubre a los responsables de la crisis. EL UNIVERSO se opone frontalmente a ese falso periodismo y por eso mantiene abiertas sus páginas a plumas de distintas ideologías que han denunciado con valentía los males del país. Todos los presidentes del último período, sin excepción, los políticos más poderosos y varios banqueros corruptos han demostrado su disgusto con EL UNIVERSO (en esta misma página muchas veces) por ese motivo.

No podemos citar todo lo que el Diario ha hecho al respecto, pero ya que Roberto Aguilar nos vincula con los hermanos Isaías mencionemos a manera de ejemplo, que EL UNIVERSO publicó un extenso reportaje sobre la administración privada del Filanbanco entre el domingo 18 y el miércoles 21 de julio del año pasado que ocupó 5 páginas. La investigación, a cargo de Mónica Almeida y Jorge Imbaquingo, duró cuatro meses y obligó a la Ministra Fiscal a declarar que tomaría en cuenta la información revelada por el Diario.

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Consecuentes con esa política editorial, hace casi dos años le ofrecimos a Roberto Aguilar un espacio para que criticase la producción televisiva nacional, envuelta en una crisis moral grave.
Nunca le pedimos que escribiese a favor o en contra de nadie. Él escogía sus temas. Algunas veces no estuvimos de acuerdo con sus opiniones, pero los lectores son testigos del tono durísimo que utilizó en su crítica diaria.

En varios de esos artículos, Aguilar se refirió a los hermanos Isaías: el 5 de julio del 2004, el 19 de septiembre del 2004 y el 5 de octubre del 2004. En el primero usó el calificativo de “prófugos” (en un contexto en el que se refería a ellos) sin que el Diario lo objetase.

Lamentablemente, el periodismo independiente no solo enfrenta la amenaza de la corrupción. Hay otra enfermedad igualmente dañina que lo acosa: nos referimos a ese falso periodismo que se cree poseedor de la verdad absoluta, y que no quiere someterse a ninguna norma, a ninguna ley y a ninguna ética.

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EL UNIVERSO no comulga tampoco con ese estilo de hacer prensa. Partimos del principio de que los periodistas no somos jueces, no dictamos sentencias, respetamos el derecho a la honra consagrado en la Constitución y solo hacemos acusaciones cuando tenemos pruebas escritas.

Aguilar nos dijo varias veces que no comprendía nuestros procedimientos. Él preferiría juzgar y sentenciar a los ladrones sin someterse a ninguna norma, como juez absoluto. Le respondimos que no cambiaríamos nuestros principios mientras no hallásemos otros mejores. Pero al final del día siempre terminó aceptándolos y el resultado lo pudieron apreciar los lectores en casi dos años de crítica televisiva exitosa y seria, en la que se dijo la verdad sobre la televisión sin necesidad de sensacionalismos. ¿Por qué Aguilar nunca denunció en ese tiempo que pretendimos callarlo? ¿Por qué guardó silencio?

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Hace un par de semanas, por motivos que ignoramos, Roberto Aguilar resolvió que ya no se ceñiría a nuestros procedimientos y nos anunció que dejaría de escribir en el Diario. Lo hizo en términos muy cordiales y le respondimos que lamentábamos su partida. Pero a los pocos días, amigos suyos hicieron circular por Internet acusaciones falsas citándolo. Aclaramos esas acusaciones en la nota del 26 de abril.

Ahora Aguilar escribe él mismo, pero no para fundamentar las denuncias que propalaron sus amigos sino para añadir otras nuevas. Resulta ahora que hace año y medio le censuraron un artículo y que hace unos meses lo obligaron a borrar una frase.
Cuando le contestemos, él y sus amigos se “acordarán” seguramente de otras denuncias. Y así seguirán, porque han resuelto que pueden acusar cuando y como les parezca. Ellos no necesitan normas ni procedimientos. Los lectores no se merecen algo así. Suficiente tienen con la polémica escandalosa de ciertos políticos a los que no les interesa la verdad sino su protagonismo. Por eso ponemos fin aquí, de manera definitiva, a este debate lamentable pero aleccionador.

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