Fue en enero del 2002, a propósito del homenaje que le rindió la Universidad de Guayaquil, que se me encomendó entrevistar al ex presidente de la República Carlos Julio Arosemena Monroy. Tenía referencias de él por fotos, libros de historia, y ante todo por las conversaciones de mi abuelo, de mi padre y sus amigos; en todas ellas había denominadores comunes cuando se hablaba de Arosemena: la frontalidad, la valentía, la honestidad y, sobre todo, la fidelidad a sus principios.