Fue en enero del 2002, a propósito del homenaje que le rindió la Universidad de Guayaquil, que se me encomendó entrevistar al ex presidente de la República Carlos Julio Arosemena Monroy. Tenía referencias de él por fotos, libros de historia, y ante todo por las conversaciones de mi abuelo, de mi padre y sus amigos; en todas ellas había denominadores comunes cuando se hablaba de Arosemena: la frontalidad, la valentía, la honestidad y, sobre todo, la fidelidad a sus principios.

Ese trabajo fue una especie de reto y satisfacción por la personalidad del entrevistado y por departir con quien incidió en la historia del Ecuador. Era de esos personajes que uno quiere conocer para enriquecerse intelectualmente, para entender su manera de pensar y para emular sus virtudes. De estas últimas debe haber tenido muchas, no en vano ocupó los cargos más importantes de este país, Presidente y Vicepresidente de la República, Presidente del Congreso y el ex Senado. Solo le faltó ejercer la Presidencia de la Corte Suprema de Justicia. Su hijo, Carlos Julio Arosemena Peet, cuenta que los enemigos políticos hicieron lo imposible por evitarlo.

Cuando lo visité en su casa convalecía de una operación en la cadera y por eso me recibió en pijama, circunstancia que en ningún momento opacó su porte, sino que me hizo recordar aquella frase que repiten los padres para levantar la autoestima de los hijos: “El hombre vale por lo que es, no por lo que viste”. El diálogo se desarrolló en su biblioteca, junto a lo que él denominaba su mayor tesoro: sus libros, pues su casa, nada ostentosa y en la que vivió cerca de 50 años, revelaba que no había amasado fortuna. “Fuera de los libros que usted ve, no tengo nada más”, decía.

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Allí, en ese espacio, entre penumbras, como avizorando la oscuridad y el vacío que dejaría con su partida, Arosemena se prestó al diálogo. Entre preguntas y respuestas conocí al personaje de quien escuchaba de niño, al contestatario, al político odiado por unos y querido por otros, pero respetado por todos. Se tomó algunos segundos para responder a cada una de mis preguntas, como si rebuscara entre cientos de recuerdos, anécdotas, broncas o discursos vividos; sin embargo, todo lo recordaba con el mínimo detalle.

Luego del diálogo realizamos un recorrido por su biblioteca, sus recuerdos. En algunos de estos objetos se revelaba la trascendencia que alcanzó Arosemena, como sus fotos junto a personajes como el ex premier soviético Nikita Krushov, el ex dictador español Francisco Franco, o el ex presidente norteamericano John F. Kennedy. Confieso que por mi admiración a las frases lapidarias, irónicas, pero sobre todo inteligentes de Carlos Julio Arosemena, busqué en el diálogo una para recordarla. Casi al despedirnos la obtuve.  No fue algo profundo, metafórico, más bien práctico. Le pedí un consejo para los jóvenes políticos y respondió: “Estudien y no roben, nada más”.