Las figuras femeninas, en vilo entre presente y pasado, entre cielo e infierno, entre pasiones y traiciones, siguen dominando las intensas jornadas de la Selección Oficial de Cannes, con resultados muy opuestos.

Decepcionante es Kristen Stewart en el errático Personal Shopper, del francés Olivier Assayas, donde ni siquiera el talento de la actriz logra impregnarle profundidad a un personaje monótono que se dedica a comprar ropa de lujo y joyas para una despótica celebridad afincada en París, mientras hace de médium para tratar de instaurar un diálogo con Lewis, su gemelo que falleció por una malformación cardiaca de la que ella también adolece.

La protagonista recibe inclusive mensajes anónimos de texto en su celular, que al parecer provienen del más allá. La película de horror (como género), una especie de oda del director a su musa, recibió abucheos.

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Aplausos corteses y opiniones contrapuestas de la crítica, en cambio, para la Julieta de Pedro Almodóvar, a la que vemos sofocarse durante dos horas en su dolor muy contenido, labrado de recuerdos y fracasos, de culpas y silencios, mientras viaja por el tiempo. Un único personaje, con una sola voz desdoblada en dos actrices: Emma Suárez y Adriana Ugarte. Almodóvar regresa con este melodrama a su amado territorio femenino, en el que incluye la presencia breve de su mítica Rossy de Palma y un cierre entonado por Chavela Vargas, pero no convence del todo.

Tibio recibimiento también para la película francesa más esperada del festival, The unknown girl, escrita y dirigida por los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne. Cuenta la historia de Jenny, una suplente en un consultorio médico que investiga con obsesión la muerte de una joven de la que se desconoce el nombre y de la cual se siente culpable. La actriz Adele Haenel hace un buen esfuerzo, pero resulta infructuoso.

Finalmente, el personaje más dotado de empatía lo encontramos en la elogiada Aquarius, del brasileño Kléber Mendoza Filho, la única película latinoamericana en competición.

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Es encarnado por una sensual y extraordinaria Sonia Braga, a sus 65 años de edad y con cara lavada. La película resulta un homenaje a la actriz, la Gran Dama del cine brasileño, que impregna su ímpetu y calidez a la historia. La trama no es siempre controlada, pero coherente en las ideas al hacer de la protagonista una especie de “juez”, capaz de inscribir las pequeñeces y miserias de la sociedad actual.

El relato, como es de esperarse, se centra en Clara, viuda sesentona que no ha olvidado las dulzuras del amor. Habiendo superado su cáncer de seno, no se deja intimidar por el joven escuálido de una corrupta empresa inmobiliaria, listo a implementar los planes más sucios para convencerla a vender su apartamento. El objetivo es demolerlo y edificar allí un complejo residencial moderno. Obviamente, ella no dará su brazo a torcer. Aquarius nos devuelve el sabor nostálgico de Brasil.

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Estas son las contracaras recientes del festival de cine más apasionante y prestigioso del planeta. (E)