Los personajes pixeleados y sonidos casi hipnóticos no desaparecieron. Aunque empolvados, con rastros de lo que fueron las etiquetas y uno que otro rayón, los casetes son usados por jugadores nostálgicos que los aprecian como si se tratara de oro. Son adultos que en su infancia pasaban horas frente a una televisión y con ampollas en las manos. Un dolor de cabeza para las madres.