Es él, no cabe duda. El más esperado de este sábado en el aeropuerto José Joaquín de Olmedo de Guayaquil. Son las 07:57 y esta vez sí es un hecho que la furgoneta van que acaba de llegar al área de arribos nacionales refugia en su interior al actor Harrison Ford.

Ni bien el vehículo frena, medio centenar de ansiosos fanáticos ya están rodeando esa furgoneta que tanto se hizo esperar. Desde las 05:00, Carlo Peñaherrera y Julio Minchala hacen guardia en ese aeropuerto. Llaman la atención por las camisetas que lucen: con estampas de Star Wars. Ellos no podían perderse la que es, seguramente, su única oportunidad de ver, cara a cara, al protagonista de su saga favorita.

Casi tres horas después de esa espera, Peñaherrera y Minchala tienen a su ídolo a pocos metros de distancia y su único deseo, como el resto de medio centenar de fans, es tener una foto con él, para decirles a sus hijos: "Yo lo vi, yo lo vi y aquí está la prueba", según Peñaherrera, quien también tiene como propósito pedirle un autógrafo a Ford dedicado a su novia, María José.

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Pero esta "bienvenida", al parecer, no ha sido tan grata para Ford. Seguramente pensaba que pasaría desapercibido en tierras ecuatorianas. Y es por eso que, al ver a tantos jóvenes y adultos que lo rodean y suplican su atención, apenas logra esbozar una sonrisa al bajarse de la van, con un café en la mano derecha y una maleta en la izquierda.

El hombre que interpretó a Han Solo o a Indiana, de su otra saga Indiana Jones, no pronuncia palabra alguna, pese a los saludos de "Say Hi, Mr. Harrison, Say Hi" (Diga hola, señor Harrison) o "Welcome, Mr. Harrison". Dicen que el viernes por la tarde, cuando llegó a Guayaquil, el actor fue más abierto a las fotos y retribuía los saludos con un "Thank you", tal vez porque nadie se esperaba su presencia y había menos cámaras acosadoras de dueños que lograron reconocerlo.

Por eso, más distendido, Ford conoció un poco más el Guayaquil nocturno y salió a cenar al restaurante de comida ecuatoriana Lo Nuestro, en Urdesa.

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Harrison Ford y su hijo, Liam (i), a la llegada al aeropuerto. Foto: Juana von Buchwald

A ese Mr. Harrison lo acompañan en este viaje su esposa, Calista Flockhart, y su hijo Liam, quienes -en el aeropuerto- prácticamente pasaron desapercibidos pese a que ella también es una actriz famosa por protagonizar la serie Ally McBeal. Todos los pedidos, llamados y saludos iban para Ford.

Entre esa marea de fanáticos, la familia Ford trata de caminar hacia el counter y subir al vuelo de Tame que saldrá a las 09:00 con destino a la isla Baltra, Galápagos. Están con el tiempo justo para abordar. Sin embargo, ninguno se acerca al Ingala para pagar la tasa que les permitirá ingresar a la isla. Seguramente, alguien ya hizo ese trámite por ellos, al igual que el check-in.

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Ford apenas se dirige a un counter para dejar su maleta. Mientras, varios de sus seguidores que madrugaron para verlo persisten en su intento de tomarse una selfie con su estrella de Hollywood. Son seguidores como Wilson Cuadrado, de 26 años, y Nino Nieto, de 50, que llegaron al aeropuerto con maleta en mano y mochila en la espalda para camuflarse como viajeros -sin tener ningún vuelo-, solo por si las dudas. "Pensamos que podía haber seguridad, ya que es un actorazo muy famoso. Como pensamos eso, vinimos con maletas por si acaso no nos dejaban entrar", explica Nieto.

Para Ford había hasta una gorra con el logo de Ecuador que compró Julio Minchala para entregarle como presente. Sin embargo, no tuvo éxito en su propósito. En medio de tanta gente, Ford no le pudo prestar la atención debida. Su amigo Carlo Peñaherrera tampoco consiguió el autógrafo para su novia.

Tras varios selfies y videos que sorprendieron al actor estadounidense, de 73 años, este abandonó junto a su familia el lobby del aeropuerto para abordar su avión que los lleva a Galápagos. Hasta el último momento, sus seguidores siguieron captando con sus cámaras ese instante de este primer sábado de abril.

Seguidores de Harrison Ford esperaban al actor con camiseta de Star Wars.

Este alboroto ocurrió en apenas 3 minutos, desde que la familia Ford se bajó de la van hasta que entró al área de salidas nacionales. Para ese corto tiempo, decenas de jóvenes y adultos lo esperaron muy temprano.

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Cada furgoneta que llegaba, los llenaba de ilusión, más aún si eran del hotel Oro Verde, donde se hospedó. 

Cada cabellera blanca que se veía dentro de algún vehículo era motivo de incertidumbre.

Fue una tensa espera en el aeropuerto, para tres valiosos minutos de su presencia, hasta que se fue del lobby.

Adentro, en salidas nacionales, los flashes continuaron. (I)