‘Comunicar es más que persuadir’ se titula el libro que el comunicador ecuatoriano Christian Oquendo Sánchez publicó recientemente. “Lo escribí usando aforismos y microensayos, para empezar una charla con el lector para cuestionar los lugares comunes que tenemos acerca de qué es la comunicación. Como no tengo la definición suprema de qué es la comunicación, deseo discutir al respecto con los amigos lectores”, dice Oquendo. El libro tiene una estructura de obra teatral. Está dividido en actos, en vez de recurrir a capítulos.

PREGUNTA: En el título de su libro, ‘Comunicar es más que persuadir’, hay un intento de aclaración o una declaración de principios de la comunicación. ¿Cree que en la actualidad, cuando se habla tanto de comunicación y se dice que estamos hipercomunicados, se malentiende qué es la co​​municación?
RESPUESTA:
Las ideas que tenemos acerca de la comunicación funcionan, por sobre todo, en un mundo ideal y utópico. La comunicación es una expectativa antes que nada. Esto lo podemos ver bien en los anuncios comerciales de las empresas que producen tecnología, sea que vendan celulares o programas informáticos: los artefactos tecnológicos nos llevarán a un mejor futuro; el "progreso" es inevitable; estamos "evolucionando" porque el mundo está más interconectado que nunca. Y yo me pregunto: ¿De qué "evolución" y "progreso" estamos hablando si se consideran las precarias condiciones de trabajo en las que se producen celulares y computadoras en ciertas partes del mundo o el impacto que tiene la basura tecnológica en el ambiente? De acuerdo, hay avances tecnológicos valiosos, pero tenemos que matizar estas visiones de la tecnología como tótem sagrado y religión que arregla todo.

Más utopías a otro nivel: las relaciones interpersonales. Escuchamos todo el tiempo acerca de cómo la "comunicación" va a resolver los problemas de pareja, familiares y de trabajo. Pero cuando nos proponemos mejorar la comunicación, tratar de entendernos mejor con el otro, nos damos cuenta de que es una tarea ardua y compleja, que muchas veces es infructuosa, lo cual no quiere decir que no debamos seguir intentándolo.

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Desde esa perspectiva, la comunicación es más un objetivo que una realidad concreta que vivamos a diario. Y no hay nada de negativo en eso, siempre y cuando se lo tenga en claro y se acepte que la comunicación humana es en esencia imperfecta, que no siempre la gente me va a entender o va a hacer lo que le estoy tratando de comunicar. Es nefasta esa idea de comunicación "perfecta" en la que el receptor está obligado a repetir lo que dijo el emisor de un mensaje. Por eso titulé a mi libro ‘Comunicar es más que persuadir’.

P: ¿Por qué decidió que su libro tuviera una estructura de obra teatral?
R:
La estructura teatral funcionó bien para el caso de mi libro​,​ porque eso me permitió confrontar de forma organizada los principales aspectos por tratar en un texto de divulgación, porque no escribí mi libro para académicos o especialistas, sino para el gran público, cuyos miembros se confrontan a cada rato con los problemas de la incomunicación en un mundo supuestamente hipercomunicado. Así, los tres actos del libro se resumen en qué es lo que debería ser la comunicación, lo que no debería ser la comunicación y los impulsos que nos empujan a comunicarnos y que a menudo terminan en incomunicación.

La comunicación es la esencia de la condición humana y nos viene acompañando desde que estamos en este planeta como especie y como individuos desde que nacemos, dando pataditas dentro del vientre materno. Estamos hechos de comunicación y me pareció que esa historia debía contarse de la misma forma en la que se desenvuelve una obra de teatro. Eso sí, con ánimo de conversación y sentido del humor.

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P: En su obra se percibe una crítica a esa sobreexposición y a esa quizá falsa impresión de conocimiento, actualidad y comunicación que nos otorga la tecnología y en especial las redes sociales. ¿Qué ha ganado la sociedad con las redes sociales? ¿Qué ha perdido?
R:
Prefiero no caer en visiones en blanco y negro acerca del significado de las redes sociales, aunque no niego que en mi libro traté de hacer algunas críticas provocadoras respecto de Facebook con las que busqué cuestionar la inercia con la que usamos esta plataforma en línea. Que quede claro que no soy fundamentalista: tengo cuenta en Facebook y disfruto usarla para chatear con mis amigos cuando es posible.

Las redes sociales son tan constructivas y caóticas como pueden ser los miembros de cualquier sociedad. Son un buen ejemplo de cómo los discursos utópicos acerca de la comunicación se encuentran con la realidad concreta, ¿o es que nuestro cotorreo incesante contribuye necesariamente a la creación o al mejoramiento de algo?

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P: El cine, la música y la literatura aparecen, de alguna forma, en sus microensayos. ¿Cuánto han aportado estos géneros en su formación?
R:
No solo los académicos o los filósofos han reflexionado o tratado de saber qué es la comunicación, sino también gente mucho más cercana a nuestra cotidianidad, como novelistas, músicos, directores de cine, comediantes, y otra clase de comunicadores prácticos que también se han preguntado acerca de la posibilidad de entendernos. Estos son los “pensadores de la comunicación”, ¡vaya expresión pomposa!, que más me gustan, sin desmerecer las contribuciones que a veces nos ofrecen aquellos que analizan la comunicación, pero no la hacen: los académicos.

Solo un comunicador práctico puede permitirse decir algo con profundidad, sentido expresivo y poesía. Por esa razón utilicé como epígrafe para el libro una frase tomada de una canción de Gustavo Cerati: “El silencio no es tiempo perdido”, algo que puede sacudir a quienes piensan que comunicar es hablar sin parar.

P: El segundo acto del libro está dedicado al pensamiento del doctor Goebbels, hombre de confianza de Hitler, y al desentrañamiento de sus prácticas propagandísticas desde el Estado. ¿Es peligroso que en la vida diaria de una sociedad que se presume democrática se entronice esta vieja fórmula?
R:
Absolutamente. Peor aún es que se considere que los principios del doctor Goebbels, actualizados en el momento presente, sean considerados como principios “geniales” acerca de lo que debe ser la comunicación. Me opongo de forma rotunda a esa visión porque reduce comunicación a propaganda, y al acto de producir y difundir un mensaje, a persuadir. El peligro de las visiones del doctor Goebbels, en regímenes de cualquier posición ideológica, es que anulan el diálogo y fomentan sistemas de propaganda en los que un personaje iluminado monologa sin que nadie le pueda cuestionar. ¡Pobre de un “iluminado” así, porque vive encerrado en sus cuatro ideas sin beneficiarse del diálogo y el pensamiento de los otros!

P: ¿Cómo un ciudadano común puede diferenciar lo que es comunicación de lo que es propaganda? ¿Dónde están los límites? ¿Cómo se previene de este tipo de prácticas? ¿Está indefenso?
R:
En mi perspectiva, la propaganda es una maquinaria de producción y circulación de mensajes diseñados con el solo propósito de persuadir, de ganar espacio en la conciencia de los receptores para que se comporten de una u otra manera, sin reconocer que hay una humana diversidad de perspectivas. Es fácil identificar la propaganda porque sus principios esenciales fueron desarrollados en contextos de guerra. Por eso, los propagandistas usan un lenguaje que recuerda a un cuartel: “target” (u objetivo en español), “campaña”, “estrategia”, entre otros. Cosa muy diferente es la comunicación que tengo con un amigo, una charla en la que no necesariamente quiero impactarle su conciencia para que me dé su voto, piense que no cometo errores o me compre algo, sino que deseo saber cómo está y manifestarle mi afecto. Comunicación es lo que sucede entre una madre y su hijo. La propaganda es la violencia llevada al plano de la comunicación. Y no, no estamos indefensos si discutimos estos temas ahora. Para eso también quiero que sirva mi libro.

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P: Se vive una época de impugnación a los medios de comunicación, principalmente desde el Gobierno. Usted ha trabajado en radio, en prensa. Es, además, catedrático universitario y tiene estudios de posgrado en comunicación. ¿Cómo percibe a los medios? ¿Qué lugar, qué papel y qué responsabilidades les adjudica?
R:
Los medios en Ecuador están atravesando por la que consideraría la transición más radical que han experimentado en toda su historia. Una transición en la que han intervenido la irrupción de internet, con sus respectivas transformaciones en lo que respecta con la producción de contenido y el mismo modelo de negocio que financia a los medios, más las condiciones políticas hostiles de los últimos años. Estoy consciente del momento tan duro por el que pasan los periodistas, el periodismo y los medios. Se cometieron errores, pero no ha habido discriminación, la embestida oficial no quiere dejar títere con cabeza y a título de revolucionar la comunicación se ha “arrojado al bebé con el agua de la tina”, parafraseando un refrán popular en inglés. Pese la gravedad del momento que se vive en el ámbito de las comunicaciones en el Ecuador, creo que están dadas las condiciones para generar análisis, repensar la comunicación y el periodismo, hacer las cosas de forma diferente, inventar nuevas formas de expresar algo. Lo que ocurre en Ecuador ha sucedido en otras etapas históricas y, como en ellas, no hay que tener miedo, pues este es la antítesis de la comunicación. Cuando tengo miedo, no puedo ser honesto, transparente y crítico cuando me manifiesto.

Las redes sociales son tan constructivas y caóticas como pueden ser los miembros de cualquier sociedad. Christian Oquendo Sánchez Autor de Comunicar es más que persuadir