Almudena Grandes enciende un cigarrillo y empieza a fumar.  Luego, deja por un momento el cigarrillo en el piso y se alista para la foto. El sol del mediodía, en Puerto Santa Ana, es intenso. La sofoca y lo dice, pero no pierde la calma. Se para. Se sienta. Sonríe. Sigue las indicaciones del fotógrafo. Y en medio de ello, suelta una pregunta:

¿Ese árbol de qué es?

Para la escritora española todo es nuevo. Es su primera visita a Ecuador. La primera vez que está en Guayaquil, al pie del río, en los exteriores del hotel, entre flores y plantas, y con un sol que, dice,
no es igual al de Madrid.  Sabe, eso sí, que en esta ciudad costera solo hay dos estaciones. “Calor y más calor, ya me lo han dicho”, comenta sonreída, con voz grave. Y toma otra vez en sus manos el
cigarrillo.

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Es la quinta entrevista en su primer día en Guayaquil, a donde llegó como invitada de la Feria del Libro, Arte y Erotismo, que se realiza bajo la organización del Ministerio de Cultura y Patrimonio. Es
jueves. En el  viaje, la acompaña su esposo, el poeta Luis García Montero, quien también interviene en la cita.

Grandes, quien ganó popularidad por su primera  novela, Las edades de Lulú, una obra de corte erótico que fue llevada al cine por el director Bigas Luna, está por ahora embarcada en la escritura de la serie titulada Episodios de una guerra interminable, que constará de seis novelas. Ya ha publicado dos: Inés y la alegría y El lector de Julio Verne. El próximo año saldrá la tercera.

Con esta serie, que tomó el modelo de Benito Pérez Galdós (escritor español del siglo XIX), la autora nacida en Madrid en 1960 quiere contar, desde la ficción, la historia de España. Un pasado que ha
permanecido en el silencio y en el que ella hurga.

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De alguna forma la memoria siempre ha estado presente en su escritura, pero de una manera oblicua, sostiene. A partir de la publicación de la novela El corazón helado, comenzó a explorarla de
modo frontal.

PREGUNTA: ¿Qué la hizo decidirse por la historia de su país? ¿En qué instante sintió que tenía que contarla?

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RESPUESTA: Yo tenía la sensación de que con lo que sabía de la guerra civil, sabía bastante, y cuando intenté leer un poco para actualizarme, descubrí -y eso fue muy importante­-  que no sabía nada.
Que lo que sabía era muy poco. Empecé a leer y me enganché a la historia contemporánea de mi país como se enganchan los niños a los videojuegos. Leía historia, novela, memoria, biografía, propaganda.
Leía de todo. Y fui encontrando una serie de historias sobre la posguerra que me interesaban, que me parecían que prometían novelas.

Y cuando puse idealmente sobre la mesa todas las historias que había ido recopilando y que me gustaban, vi que me salían seis. Y me acordé de Galdós. Yo siempre tengo presente a Galdós, porque quizá es el autor que más me ha influido, como escritora y como lectora. Don Benito lo hizo. Con sus Episodios nacionales creó un modelo. Y Max Aub, escritor exiliado, después de la guerra civil española, adoptó ese modelo para contar la guerra en una serie de seis novelas que se llama El laberinto mágico. Y yo adopté el mismo modelo para empezar a contar en el punto que dejó Max Aub de contar.

P: Usted tiene formación de historiadora. ¿Esa formación la ha ayudado en su trabajo literario?

R: Durante muchos años me parecía que no me iba a ayudar, porque no ejercí, ni nada. Sin embargo, me ayudó por una razón. Yo, ante todo, soy escritora. Y mi obligación es escribir buenos libros. Y solo se puede escribir buenos libros desde la libertad. La libertad es un requisito fundamental para escribir. Cuando escribes una novela basada en un hecho histórico hay que conservar la libertad, pero hay que tener lealtad hacia la verdad histórica. Digo lealtad y no fidelidad, porque la norma de la historia es la verdad y la de la literatura la verosimilitud. Yo he conseguido sentirme libre dentro de la novela por el procedimiento de coger personajes  y tratarlos con lealtad, pero no con fidelidad.

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Cuando cojo un personaje real lo pongo donde me conviene, pero tiene que ser un lugar en que hubiera sido verosímil que él estuviera. Y lo hago decir lo que a mí me conviene, pero tiene
que decir palabras que hubieran sido verosímiles que él las dijera. Para llegar a ese compromiso entre la libertad y la lealtad, mi formación de historiadora ha sido fundamental.

P: El escritor es, además, lector. A la par que escribe, lee lo que escribe. ¿Cómo es esa convivencia entre la escritora y la lectora que es usted?

R: La soledad es la grandeza y la miseria del oficio del escritor. No se puede escribir novelas si no se aprende a gestionar la soledad. Los novelistas somos los creadores que estamos más solos durante más tiempo. Una novela que no tiene final, no existe. Y en ese proceso nos conviene buscar la compañía del lector que nosotros somos. Cuando escribo, escribo pensando en la lectora que soy. Y procuro convocar a la lectora que soy para que sea tan exigente con mis libros como con los libros de los demás.  Si yo no consigo hacerme reír a mí misma, emocionarme a mí misma, darme pena a mí misma, entonces quiere decir que no va a funcionar con ningún lector.

P: Una característica de su narrativa es que fluye, avanza, permite ser leída con facilidad.  ¿Esa forma de escritura es también una predilección suya como lectora?

R: Milan Kundera, el escritor checo, decía una vez, y es una frase que me encanta porque me resume a mí también, que hay dos tipos de novelas: las que son difíciles de leer y fáciles de entender, y esas
no le interesan;  y las que son fáciles de leer y difíciles de entender, que son las que le interesan. Novelas que lees con mucha facilidad y que siguen dándote vueltas en la cabeza un montón de tiempo después de haberlas leído. Y vuelves y vuelves. Yo procuro escribir novelas fáciles de leer y difíciles de entender. Me interesa mucho más eso que lo contrario.  Procuro escribir para mis lectores.
No procuro escribir para los críticos, ni para que me premien, tampoco para que me admiren los profesores de universidad. Escribo para emocionar y para entretener, que eso lo dice Vargas llosa y tiene toda la razón. No hay que rehuir lo de entretener, que a eso nos dedicamos.

P: ¿Y si llegan los premios?

R:  Si llegan qué bien, pero mi premio fundamental son los lectores. Los lectores son el único premio que no caduca, que no se puede comprar ni manipular. El único verdadero premio que tiene un escritor son sus lectores.

P: De su novela erótica Las edades de Lulú, usted ha dicho que es también, en el fondo, una novela política. ¿En qué sentido espolítica?

R: España es un país muy raro, que a lo largo del siglo XX siempre fue a su aire.  No fue al ritmo del resto de países de Europa. Llegamos demasiado pronto o demasiado tarde, pero nunca llegamos a tiempo a nada. En la época que las mujeres europeas se liberaban, en la época del amor libre, en el 68 francés, España vivía en el siglo XIX.

España vivió por años una dictadura política militar unida a una dictadura moral, porque la iglesia católica y el estado eran la misma cosa. Un ciudadano español no tenía derechos, no tenía libertad de
expresión ni acción y tampoco tenía libertad sexual. Y las cosas llegaban a cosas tan idiotas que el pecado era delito. Besarte en la calle era delito. Un pareja no podía alquilar una habitación de hotel
si no estaba casada por la iglesia. Cuando cayó la dictadura política, cayó también la dictadura del pecado. Y para la gente de mi edad, para los que teníamos 20 años en los 80, el sexo formaba parte de una determinada posición frente al mundo. Era una manera de decir que no,igual que decir soy comunista, soy socialista, soy antifascista. Decir no me caso, me acuesto con quien quiero. El sexo era como una forma de decir que no, que es lo que yo recojo en mi novela. En esa época nosotros vivíamos la sexualidad como una opción política y como una trinchera desde la que oponerse a la dictadura.

P: ¿Qué le ha aportado a su vida de escritora la convivencia con un poeta?

R: A mi vida en general le ha aportado mucha felicidad. Yo estoy muy enamorada de Luis y creo que ha sido una suerte en mi vida.  Como escritora, tengo un lector de calidad al lado y con la suficiente
confianza conmigo para ser sincero de verdad. Luis y yo nos apoyamos mutuamente.  Yo no conozco a nadie más vulnerable que a un escritor a punto de publicar, y cuando nos dan las neurosis y los miedos y las histerias, cada uno de los dos puede cuidar muy bien del otro porque sabe bien por lo que está pasando. O sea, le veo solo ventajas.

P: Usted ha dicho que siempre ha tenido debilidad por los supervivientes. ¿Esa predilección de qué manera se manifiesta en su literatura y en su vida?

R: En mi obra literaria es más evidente, porque es el punto de vista desde el que yo suelo enfrentar las cosas. Y yo creo que esa predilección me viene de que el primer libro importante que leí en mi
vida fue La Odisea, que me regaló mi abuelo cuando hice la comunión.

Una Odisea en prosa, para niños.  Yo creo que eso me ha marcado desde siempre.  Y es verdad, esos son los personajes que me interesan. No me interesan los héroes, ni los malos. Me interesan los supervivientes.

El sol sigue intenso, pero Almudena Grandes ya no lo siente. Está bajo sombra. Ha ingresado al hotel, donde la esperan más entrevistas.

 

Detalles
Feria librera

Literatura erótica
Almudena Grandes participa hoy, a las 16:00, en un conversatorio sobre literatura erótica llevada al cine. La acompañan Pablo Mogrovejo y Micaela Rueda.

La historia en la literatura
‘Memoria y literatura de España’ es el conversatorio en el que estará Grandes mañana, a las 19:30. Dialogará con Alicia Ortega y Livina Santos. Ambas actividades son en el MAAC y con entrada libre.