Inevitable es, en las aulas universitarias, abordar la relación con las fuentes en la interacción de mediadores que ejercemos en el campo práctico del periodismo, a propósito del caso de las conversaciones reveladas entre un narcotraficante de apellido Norero y el periodista Andersson Boscán, de La Posta, que irrumpió en el campo de la mediación periodística en aquello que la teoría denomina “medios emergentes”: nueva propuesta, nueva narrativa -que también les ha dado problemas por su personalísimo formato-, y no solo con indiscutible éxito editorial, sino con un modelo de negocio sorprendentemente -por no decir sospechosamente- abundante.

Así percibo a La Posta: un medio no convencional que se precia de su credibilidad hasta para tumbar funcionarios, hoy señalado por las proximidades vergonzosas de su cofundador con su narcofuente.

Este enredo en el que aparece hoy La Posta tiene fines políticos -hay que decirlo- por la “selectividad de la fiscal”; por el desbalance con el que se lo ha sometido al escarnio público -escandaliza que un periodista “se ñañee” con un narco, y no que el encargado de la seguridad del Estado, Diego Ordóñez, haya tenido contacto directo con narcotraficantes-; por las saetas de venganza que recibe de actores como “la repartidora de hospitales” o la “asambleísta diezmera”, cuyas cabezas adornan el culto al ego del medio emergente.

Lo de fondo: ¿cómo debemos relacionarnos con las fuentes, aquellas personas, funcionarios, testigos de hechos, poseedores de la información que interesa al medio para su mediación con la audiencia? Hay quienes hablan de “cultivar la fuente” como a aquella planta que periódicamente va a ofrecer frutos. Hay quienes recomiendan proximidad con las fuentes, por la interacción de confianza que debe establecerse en favor de la veracidad de la información revelada. Hay quienes las identifican, por su nivel de confianza, como “informantes” y luego como “fuentes”.

Y tienen sus niveles: confiables, interesadas, directas, indirectas, ocultas, protegidas… Son personales, documentales, institucionales… Al final, siempre se establece un nivel de relación entre fuente y periodista, que es la que determinará la calidad de la información que van a procesar. Pero como dice el desaparecido maestro de ética periodística Javier Darío Restrepo: “Nunca se debe olvidar que la relación periodista-fuente tiene una sola razón de ser: llegar a la verdad que se le debe al lector”. Restrepo es mi referente en el manejo de la ética: “Toda información demanda del periodista el ejercicio de su compromiso con la verdad, de su independencia y de su responsabilidad con la sociedad”.

Y en lo personal considero a la “independencia” como uno de los pilares más importantes de esta relación. La independencia que nos da la posibilidad de publicar sin condicionamientos -ni compromisos: decirle al narco “no vengo a hablar de narcotráfico” es como decirle al cura pederasta “no vengo a hablar de abusos a niños, sino del robo a la alcancía de la iglesia”-. El compromiso es con la verdad, y eso en simultáneo nos acerca y nos aleja de la fuente. (O)