Me senté en un espacio abierto, en un mall del norte antiguo, tradicional. Hay asientos, mesas, y venden café, té, bocados de dulce y de sal; van consumidores, y una o dos personas con loncheras, o necesitan una mesa para comer el pan que compran en el supermercado. Fui a comprar y probar un postre.

Me senté en una silla; se acercó una empleada y pidió que saliera, ya que esa silla era de su negocio y no del otro local contiguo donde yo había comprado el postre. Le dije que muchas veces he comprado en su local y, como sus sillas han estado ocupadas, me he ido al espacio del otro negocio a sentarme y, en cambio, ellos no me han sacado. Pero la empleada dijo que cumplía órdenes, y solo se podía sentar en sus sillas si le compraba sus productos. Me paré y pregunté cuál asiento no era de ellos; no hay una separación de dónde comienza el espacio de un negocio y dónde comienza el espacio del otro. ¡Mala imagen dan con esas procedencias con el público! (O)

Xavier Jara, 30 años, Guayaquil