“Siempre se puede, cuando se quiere”, es lo que siempre escuchamos decir a nuestros padres, pero ¿qué sucede cuando estos sueños se derrumban? Siendo jóvenes pensamos que podemos devorar el mundo, sin embargo, nos toca tomar decisiones que cambian nuestro rumbo, empezando a preguntarnos ¿debo seguir estudiando o trabajar para ayudar económicamente en la familia?

Los jóvenes ecuatorianos desarrollan las dos actividades creyendo que es sencillo llevar ambas cargas, pero por el cansancio físico y emocional, y la presión de la familia, pierden interés de obtener un título de tercer nivel; por un empleo, descartan estudiar, no consideran que las empresas no emplean a personal que no tiene licenciatura u otro título. Cuando elegimos estudiar una carrera, nuestros padres preguntan ¿eso vas a estudiar?, ¿eso te va a dar de comer?, ¿para qué estudias si no te servirá? Estos cuestionamientos generan estrés, miedo a fracasar porque no se sabe si más adelante tendremos un futuro próspero o no, por tanto tomamos decisiones inadecuadas. En la adversidad debemos levantarnos, como dijo Thomas A. Edison: “Nuestra mayor debilidad reside en rendirnos. La forma más segura de tener éxito es intentarlo una vez más”.

Andrés Sebastián Ponce Sarmiento, 22 años, Guayaquil