Cuenta una leyenda que el rey Carlos II de España estaba muy enfermo y pidió que le envíen uno o dos monos de Guayaquil para que lo entretengan con sus ocurrencias, pero le llevaron 102 monos. La confusión se produjo porque en el edicto real no usaron la tilde diacrítica en la conjunción “o” para diferenciarla del dígito “0″ que antes era obligatorio. Ahora con la tipografía moderna ya no se necesita. La comidilla se propagó por todo el reino y nos hicimos famosos como “los monos de Guayaquil”.

En realidad, solo nuestros amigos o parientes serranos nos dicen monos. No lo consideramos ofensivo, tanto es así, que el Municipio de Guayaquil levantó hace unos años una escultura de aproximadamente 12 metros de alto del Mono Machín, a la entrada de los túneles del Carmen y Santa Ana, que es muy apreciada por los guayaquileños.

También nos dicen monos porque somos ocurridos en todas sus acepciones: ingeniosos, agudos, graciosos, chistosos, divertidos, dicharacheros, salerosos, etc. La parte de ocurridos es más evidente en nuestros políticos. Por ejemplo, al expresidente Correa se le ocurrió cruzar el río Guayas en bicicleta, tomándose muy a pecho la canción El Niágara en bicicleta de Juan Luis Guerra, que solo es un modismo dominicano. Luego al alcalde Nebot se le ocurrió que se debería cruzar el río Guayas en teleférico y no en una embarcación como se lo hace en todas partes del mundo. Después llegó la alcaldesa Viteri y ahora al alcalde Alvarez se le ocurrió construir dos túneles en Cerro Blanco para la vía a Daular, justo donde comienza el área protegida, ojalá rectifique.

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El presidente Noboa es menos ocurrido, pero más decidido. Debería desarmar los puentes a la isla Santay por ser inseguros y no aptos para personas mayores o con alguna discapacidad. En su lugar construir muelles modernos con embarcaciones seguras, para que hasta los niños puedan disfrutar un bonito paseo por el río Guayas y por las camineras de la isla Santay. (O)

Carlos Luis Hernández Bravo, ingeniero civil, Samborondón