Así es como se siente, de agridulce, el saber que algunos policías quienes actúan en favor de la justicia, lejos de ser felicitados son condenados; todos debemos respetar el trabajo de los buenos policías contra la delincuencia en el Ecuador.

Aterrorizada veo cada mañana al prender el televisor las noticias de asaltos, sicariatos, robos, femicidios, crímenes, robos. A veces me transportan a esas películas de terror y siento que estoy viviendo en medio de eso.

No concibo como persona que no pueda sentirme segura ni en mi propio hogar. Ahora tenemos miedo de salir, de estar solos, de estar acompañados, de ir a comer fuera de la casa, de ir al banco, de ir en el bus, el colectivo, en taxi, de ir en carro propio… ¿Acaso esto es normal?

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Los valores y los principios se han ido perdiendo y cada vez hay más seres que buscan la manera cómoda y fácil de ‘vivir’…; no quieren trabajar, no quieren estudiar, no quieren hacer el más mínimo esfuerzo por vivir con dignidad. Se dedican a robar, agredir, matar, timar, embaucar, estafar, coimar, abusar, realizar sobreprecios, etc.

La pregunta es ¿si muchas personas no tienen valores, no respetan las leyes, no respetan la vida, no respetan la paz, ¿por qué la exigencia del respeto? En tanto, quienes arriesgan sus vidas –los policías– para defendernos a los ciudadanos, no solamente que no son recompensados, sino que encima son condenados por golpear, disparar en defensa propia o detener al delincuente. Realmente es algo que no tiene lógica. A uno cuando hacía algo malo le enseñaron en la casa que esa acción tiene castigo; supongo que a otros no les enseñaron lo mismo. Debemos aplaudir a quien camina por el lado derecho defendiendo su profesión de la seguridad ciudadana, que ponen mano dura con los delincuentes sin importar el apellido, cargo, estatus o padrino. (O)

Aissa Pazmiño Real, Guayaquil