La historia oficial (1985) de Luis Puenzo, galardonada con el Óscar a la mejor película extranjera en 1986, aborda el tema de la última dictadura militar en Argentina. Alicia es una diligente profesora de historia que pertenece a una familia burguesa, inicialmente retratada como una mujer apolítica y complaciente con el régimen militar. Sin embargo, se ve obligada por las circunstancias a enfrentarse poco a poco con las atrocidades perpetradas por la dictadura militar y a asumirlas, a medida que va investigando sobre la verdadera identidad de su hija adoptiva, quien resulta ser hija de desaparecidos. Este descubrimiento la lleva a cuestionar sus propias acciones y la moralidad de aquellos que la rodean. Gracias a su amiga Ana y a sus estudiantes, Alicia va dándose cuenta de que muchas cosas no cuadran y, al final, comprende que la verdadera historia del país -no la versión oficial ofrecida por el régimen- es una historia marcada por sangre, desapariciones y torturas, llevadas a cabo ante los ojos de la sociedad, a menudo, cerca de los hogares de personas comunes y corrientes. Todo el mundo estaba ante esa realidad argentina, muchos -como la propia Alicia, al principio- no quisieron verla u optaron por el silencio o, aún más lamentable, brindaron apoyo al régimen.

El diario vivir de Gaza

Hay una línea extremadamente fina entre la ignorancia y la voluntad de ignorar. En medio de conflictos como guerras o dictaduras es muy frecuente desentenderse de lo que pasa y seguir viviendo la propia vida. Un fenómeno que no es ajeno a situaciones actuales: el conflicto entre Israel y Palestina o la guerra entre Rusia y Ucrania. Alicia tenía todas las evidencias del robo de bebés ante sus ojos, pero solo cuando quiso encarar verdaderamente la realidad de los acontecimientos pudo reconocerlo plenamente. Esta película es una denuncia contra el silencio, las mentiras, la manipulación perpetrada por la dictadura y sus aliados. Directores como Luis Puenzo y poetas como Juan Gelman se erigen en voces que reconstruyen la consciencia colectiva, su arte resuena con fuerza, y es precisamente a través de su clamor, que contrasta con el acallamiento opresor impuesto por el régimen, que se logra mejorar al mundo. (O)

Giorgia Agozzino, Génova, Italia