PROEstudios ha difundido el Nº 44 del Imacro, indicador de desempeño coyuntural de la economía. La metodología de estimación del índice se presenta en http://www.proestudios.com/web/imacro.php, donde puede ser examinada.

La transparencia es pertinente: se trata de disponer de un indicador serio, basado en cifras oficiales –preferentemente de la contabilidad nacional–, evaluadas en detalle. El índice y sus proyecciones se apoyan en procedimientos econométricos e información actualizada –técnicamente procesada–, como en el caso de indicadores similares, del Banco Central de Chile (Imacec) o del Instituto Nacional de Estadística e Información del Perú (INEI), por ejemplo, que dan cuenta, coherentemente, del desempeño de corto plazo de las economías de esos países.

El Imacro 44, a diciembre 2018, se situó en 141,2 puntos (base 2007=100). Luego del repunte observado en julio de ese año, la tendencia se frena en el segundo semestre.

A nivel anual, el índice proyecta para 2018 un crecimiento de la economía de solo 1,0 %, frente al 2,4% en 2017 (BCE, Cuentas Nacionales Nº 30). En consecuencia, según este cálculo, el PIB retrocede 1,4 puntos porcentuales respecto de la última estimación oficial.

El gasto de consumo final de los hogares (a precios constantes de 2007), que en 2018 habría registrado oficialmente un importante impulso –reflejado en una tasa de crecimiento alta, 2,4%–, muestra, en el caso del índice, una reducción de 130 puntos básicos respecto del ejercicio previo.

En ambos años la expansión de la variable –lo anota PROEstudios- es “desproporcionada”, visto el clima general de la economía (en lo fiscal, externo, en el mercado del trabajo y en los precios). Por cierto, la baja de precios observada el pasado mes de febrero 2019 (-0,23% en términos anuales) confirmaría la reformulación de patrones de consumo de estratos medios y bajos y los problemas que desde hace tiempo se observan en el mercado laboral.

Por su parte, en el mismo año, el consumo final de las administraciones públicas, pese a los anuncios de ajuste, crece en 1,7 %. Se aprecia, también, una expansión de las importaciones de bienes y servicios, en 5,1%. Las compras externas de bienes de consumo crecieron en 13,8% en 2018.

PROEstudios señala el impacto negativo de una liberación de recursos que presiona las compras externas. En las condiciones coyunturales, afectada la competitividad, no es fácil evitarlo: muestra de lo señalado, las ventas de bienes y servicios al exterior (a precios constantes de 2007), si bien se incrementan más que en 2017, suben (+1,4%) nueve veces menos que las compras.

En bienes, el aumento es de 13% (frente a 16,2% en las importaciones), aunque el impulso se explica por el incremento del precio del petróleo, de 45,7 dólares por barril en 2017 a 60,6 dpb, el año siguiente.

Al menos hasta diciembre de ese año, el tipo de cambio real se apreció en 3,5% en relación con enero del mismo año, lo que impacta sobre la competitividad de las exportaciones y complica el desequilibrio externo, en medio de una posición monetaria interna deteriorada.

Tampoco la inversión extranjera directa fue del nivel divulgado oficialmente. Se confrontan en este campo intenciones y realizaciones, en un contexto en el que el riesgo país debió ser una etiqueta poco recomendable para posibles flujos externos.

En resumen, el elemento más dinámico de la oferta agregada fueron las importaciones. No será fácil, cabe reconocerlo, “gerenciar” –durante tres años– el acuerdo con el FMI y otros multilaterales, anunciado por el ejecutivo. Ello –o la situación– exigirá, según PROEstudios, un conjunto de medidas y políticas que tendrá connotaciones recesivas, de partida. Se esperaría, pues, un período de ajuste instrumentado en un contexto de recorte del empleo estatal y del tamaño y alcance del Estado.

Hay que tener en cuenta, asimismo, que los cambios estructurales a los que apunta el acuerdo de Facilidad Extendida con el FMI (SAF) tampoco ofrecerán resultados en el corto plazo. Así, los problemas en materia de competitividad y diversificación productiva seguirán presentes.

La mayor competitividad solo se logra vía aumento de la productividad y eficiencia, lo que resulta difícil en escenarios como el actual, que exigiría, por ejemplo, que las empresas comprometan importantes inversiones de reconversión tecnológica e incorporación de servicios modernos en las actividades productivas, con fuentes privadas de financiamiento que no estarían necesariamente disponibles, por varias razones.

En estos años, pues, los esfuerzos orientados al crecimiento y a lograr una mejor vinculación internacional, deberá compatibilizarse con la búsqueda de los equilibrios internos, única opción –complicada pero necesaria– para favorecer la modernización, generar empleo y asumir los cambios que experimentan los competidores, proceso del cual Ecuador no puede excluirse.

Para 2019, el Imacro estimaba –en principio– una tasa de crecimiento del PIB de 0,9% frente a 2018. Esa estimación no consideró, evidentemente, el impacto del acuerdo con el FMI, cuya aprobación por parte del Directorio del Fondo se había previsto para el día de ayer, 11 de marzo, según fue anunciado oficialmente. Así, al conocerse los compromisos asumidos con el FMI, la proyección inicial para 2019 deberá ser revisada.

Como fuere, definiciones esenciales para el mediano y largo plazos continuarán pendientes: i) nuevos objetivos de cambio y desarrollo en un mundo que experimenta transformaciones inusitadas; ii) un plan integral y una estrategia de acciones de aplicación consistente en el tiempo (el “cómo”, no generalidades); iii) modalidades de participación de los operadores privados en el esquema previsto; iv) políticas por una mejor equidad; v) normas de regulación compatibles con la reactivación y el crecimiento económico; v) definiciones sobre un papel proactivo de lo público en el proceso, entre otras.

Esto implica un amplio cambio de concepciones y capacidades, para la construcción de una sociedad democrática, de progreso y de oportunidades para todos. (O)