Encuentro una cita de Cristina Kirchner que ha sido puesta en la red social Twitter nada menos que por el mayor tuitero de la Revolución Ciudadana, @MashiRafael, lo que demuestra su acuerdo con ese pensamiento. La actual senadora argentina dice: “Traidores y traiciones hubo siempre, pero son necesarios. Si no hay traidores, no hay leales. Si no hay traidores, ¿cómo distinguir a los leales?”. Los estudiosos del populismo no han conseguido definir a este fenómeno, pero encuentran ciertas constantes en distintos países y distintas épocas. Uno de ellos es la fabricación de un enemigo al que achacan todos los males de los pueblos a los que intentan, con frecuencia exitosamente, seducir. En realidad suelen tener varios, así los “socialismos del siglo XXI” han levantado como antagonistas al Imperio, la CIA, el neoliberalismo, la banca, la prensa, claro, sobre todo la visible prensa, y así. Ahora que parece que se baten en retirada y sufren reiteradas derrotas, achacan este mal momento no a su propia inepcia y corrupción, sino a unos supuestos “traidores”. En ese sentido la frase de Cristina no tiene desperdicio.

Hace décadas Alejandro Carrión identificó esta práctica en un lúcido artículo que tituló La democrática institución del chuqui. Por “chuqui” entendemos en Ecuador a una persona a la que culpamos de todos los males y a la que, a manera de desahogo, insultamos y befamos. Estuvo brillante el famoso Juan sin Cielo en ese texto. Chuqui proviene del quichua chuki, lanza. Los incas solían poner en una lanza la cabeza de algún enemigo importante, a la que increpaban y escupían. Así por sinécdoque, chuki, españolizado chuqui, vino a significar persona a la que se culpa de males y en la que desahoga la gente con injurias u otras muestras de ira. Es exactamente la misma idea que está tras la expresión “cabeza de turco”, porque objetos o sujetos así existen en todas las culturas, pero para el populismo son esenciales.

Como no tiene una doctrina que lo defina o sustente, el populismo es difícil de conceptuar. Es ante todo una praxis, con su actividad permanente el caudillo va creando “un relato” con intuiciones circunstanciales que identifican instintos que se van a complacer. No importa lo negativo que pueda ser el impulso, se lo satisface, es más, suelen ser las peores tendencias de lo humano las que se busca conformar. Puede ser el natural deseo de ganar más trabajando menos, la complacencia en recibir toda clase de dádivas, la envidia y la búsqueda de un culpable en el que desahogar las frustraciones. Para esto último recurren al viejo artilugio del chuqui. Es el odio, toda clase de odio, convertido en la práctica política permanente. Odio de clase, de género, racial, regional, no ha habido rivalidad, enemistad o contraposición que no hayan procurado enconar para despertar las pasiones en las que asienta el populismo su nefasta influencia. Su peor herencia es un país fracturado por diferencias que, ustedes lo han visto, han acabado con comunidades, amistades, familias e incluso parejas por manipulación política.(O)