La masacre con disparos, el domingo 1 de octubre, de un hombre a asistentes a un festival musical en Las Vegas, Estados Unidos, es una tragedia con nombre y apellido, con intereses económicos.

La Constitución de Estados Unidos garantiza el derecho a portar armas, y lo encuentro perfectamente aceptable. En Ecuador se quita el derecho a portar arma, lo que equivale a garantizar a los asaltantes que ellos son los únicos armados y que sus víctimas estarán indefensas. La Asociación Nacional del Rifle (NRA) de Estados Unidos es una de las instituciones de cabildeo más fuerte de Washington, garantiza el abuso de la segunda enmienda constitucional; ¿sus miembros?, los fabricantes y comercializadores de armas; ¿su lema?, “la gente mata a la gente, no las armas”. El abuso interpretativo de la segunda enmienda permite que cualquier persona, después de una brevísima y superficial investigación de antecedentes criminales, compre armas incluso de asalto, de calibre militar, montables en trípodes para mayor eficiencia... Se prohíbe la venta de armas automáticas, pero es legal comprar accesorios para convertir un arma en automática. Absurdo. Lo que evitó mayores muertes en el tiroteo de Las Vegas fue el sonido de los disparos que permitió a la gente correr y dispersarse. Y lo increíble, la NRA está presionando para hacer legal la compra de silenciadores para armas. Incidentes semejantes han ocurrido innumerables veces en Estados Unidos. ¿Y qué han hecho los legisladores del país? Nada, la sociedad ya se acostumbró a estas tragedias, la de Las Vegas se salió del molde por el volumen, 59 muertos y 527 heridos. Por eso el escándalo y la cobertura. ¿Tomarán correctivos? Lo dudo. Después de unos días ya no será noticia y los intereses económicos de los fabricantes de armas y municiones seguirán imponiendo su macabra voluntad, y los legisladores cobardemente darán la espalda al problema. La necesidad a una limitación al tipo de armas y al calibre debe imponerse en Estados Unidos. En el Ecuador debemos tener derecho a portar armas, no automáticas, y de calibre limitado. Todos los extremos son malos.(O)

Gustavo Echeverría Pérez, avenida Samborondón