Fronteras adentro no causa sorpresa que una caricatura se convierta en objeto de disputa política. Las constantes reacciones psicóticas del infalible dieron certificado de normalidad a lo que en cualquier lugar sería considerado como un serio problema de inteligencia emocional. Se puede entender que haya sido así porque, al fin y al cabo, se trataba de la visión maniquea de un individuo que nunca había tenido la oportunidad de comprender la ironía y todo lo reducía a un enfrentamiento de vida o muerte. Pero, sí sorprende que todo un cuerpo legislativo, pagado con nuestros impuestos, emplee una sesión completa para expedir una solemne resolución de condena a la caricatura de un medio televisivo español (y que el novel embajador haga de ello motivo de protesta oficial). No queda sino la vergüenza propia frente a la burla ajena originada en la sandez bien distribuida entre quienes nos representan.

El papelón no es gratuito ni es un hecho aislado. Tratar temas banales, siempre revestidos de palabrería patriótica, es una forma de eludir los temas de fondo. Día tras día los integrantes de la mayoría legislativa se empeñan en mantenerle a la Asamblea en la antípoda del espacio de debate y de control del poder que, por definición e historia, es el órgano parlamentario. Esa conducta pasaba inadvertida durante el Gobierno anterior porque, constitucional y políticamente, se le quitaron atribuciones al legislativo. Pero la situación actual es totalmente diferente en términos políticos. El cambio de modelo político y económico que, quiérase o no, debe hacerse a causa de la ausencia del único factor que sostenía al anterior, exige un papel activo de la Asamblea. Por ello, ahora sí sorprenden esas artimañas y dejan muchas dudas sobre la capacidad de sus integrantes para enfrentar esa responsabilidad.

Independientemente de la realización o no de la consulta y de sus contenidos, en la Asamblea deberán procesarse muchos de los temas más complejos. Son necesarias profundas reformas constitucionales y legales, porque el andamiaje jurídico existente no se corresponde con la nueva situación. La viabilidad de esas reformas y en general de las acciones que se deben emprender (como la sustitución de varios funcionarios de los organismos de control) va a depender en gran medida de la posición que asuma el órgano legislativo. Particularmente, las definiciones dependerán de lo que suceda con el bloque de Alianza PAIS, que cuenta con la mayoría absoluta.

Al respecto, hay cuatro rutas posibles. Primera, que AP mantenga a la Asamblea como un organismo estéril, caricaturesco, pero útil para el bloqueo. Segunda, que el correísmo se consolide y, con su mayoría intacta, defina abiertamente su oposición. Tercera, que la división morenistas-correístas se haga efectiva en términos de votos y se conforme una mayoría progubernamental con sectores de la oposición. Cuarta, que el presidente acuda a la muerte cruzada y se baraje nuevamente. En las dos primeras triunfaría el correísmo. La tercera le favorecería a Moreno. La cuarta es de pronóstico reservado. Todas están en el menú. Por el momento parece tomar cuerpo la tercera. (O)