Hay una virulenta “epidemia” que se propaga. Nuestros actuales y lamentables protagonistas mundiales electos para diferentes causas son responsables. Son las declaraciones a las que nos tienen acostumbrados y de las que no pocos, en orgullosa ignorancia, se hacen eco. Presidentes, directores, gerentes, etcétera, en el uso de su “libertad de expresión”, llenan de mentiras, consignas e insultos los espacios de debates y discusiones.

Lo lamentable es que en la supuesta defensa de esa libertad aupada por el poder que tienen en el ejercicio de sus cargos, se cree que la crítica o la simple refutación a esas expresiones degeneradas son agresiones a sus derechos humanos, por más que esas expresiones estén cargadas de odio, xenofobia, fanatismo y violencia en contra de una persona o de un grupo. En plena sumisión a estos personajes, sus mensajes simplemente se reproducen en noticiarios devenidos, en vulgares teleseries de narcotraficantes, en auténticas hagiografías –(biografías excesivamente elogiosas)– de psicópatas capaces de explotar aviones de pasajeros o de exterminar países.

Vale establecer que si cada quien tiene a su antojo reproducir la vulgaridad que reina y vende en este mundo, deberíamos dar el menor tiempo posible a estas declaraciones, y el máximo tiempo a la refutación y a la crítica a toda esta bazofia que contamina. No es posible que millones suframos, que millones estemos expuestos ante estos personajes perniciosos que si por cualquier imposición democrática o alguna otra fueron electos, nuestras vidas no valgan nada por la libertad de estos; quienes al llegar a la cúspide comienzan a desperdigar inmundicias verbales que a veces terminan en acciones verdaderamente destructivas. Para colmo, es inadmisible que estemos amenazados por reclamar, por quejarnos, y solo ellos pueden quejarse; cuando para lo que fueron elegidos era para que trabajen en unas u otras labores.

Si bien un deseo es que la sanidad y la calma lleguen a estos “personajes” que lideran países, conglomerados, empresas, etcétera; el más ferviente de los deseos es que la gente que está o no está próxima a ellos, rechace de plano estas actitudes y así hagamos todos en pro de una convivencia armónica y de paz. (O)

Roberto Francisco Castro Vizueta, abogado, Guayaquil