Durante la Antigüedad y la Edad Media el rumbo de la historia se trazó sobre las aguas del mar Mediterráneo. La Edad Moderna puede ser llamada la Era del Atlántico, porque sobre ese océano se decidía la suerte de las mayores naciones. Hacia mediados del siglo XX entramos en la Época del Pacífico, ya que sobre esta enorme masa de agua se juegan los destinos de la humanidad. Los romanos llamaron Mare Nostrum al Mediterráneo, el mar nuestro. Algo parecido pudieron decir, a su turno, España e Inglaterra del Atlántico. Estados Unidos, potencia bioceánica, era la mayor fuerza sobre el Pacífico, pero actualmente su poder se eclipsa ante la expansión de China que, lo ha demostrado, quiere hacer del mar de Balboa su mare nostrum.

Para lograrlo debe proceder como Roma y dominar todas las costas. El socialismo del siglo XXI brindaba a China una posibilidad espléndida de establecer una cabeza de playa en la orilla americana. Pero, como la revolución se derrumba y los principales operadores de la potencia oriental están a punto de ir a la cárcel, comienzan a pasar cosas raras. Una poderosa flota “pesquera” se instala casi en el límite de nuestra zona económica exclusiva y uno de sus barcos “se extravía” dentro de esta, obligando a capturarlo junto con su tripulación. El incidente internacional está servido. Con el pretexto de presionar a la liberación de los “pescadores” se comenzarán a ejercer medidas, que tendrán escrito en el envés el mensaje “dejen en paz a nuestros amigos”.

No es el único incidente semejante. El mes pasado un “pesquero” chino penetró en aguas territoriales japonesas en torno a las islas Senkaku. Era parte de una flota de 200 a 300 barcos. Aunque esa zona es rica en pesca, se lo tomó más bien como una advertencia por el apoyo japonés a Estados Unidos en su oposición a que China se apodere de un grupo de islas muy alejadas de sus costas en el mar de Filipinas. Como también pretende hacer lo mismo con las Senkaku, salta que no era un accidente inocente. Según el experto Tomisaka Satoshi, de la Universidad de Takushoku, la doctrina maoísta de que “cada hombre es un soldado” todavía prevalece en este campo. Los pescadores chinos deben asistir a actividades militares con frecuencia y se les paga por ello. En el estado actual de la marina china es difícil distinguir entre marinos militares y civiles, pues por falta de dotaciones muchos barcos oficiales son tripulados por personal no enrolado. Esta situación, según Tomisaka, preocupa a las autoridades navales japonesas, porque una tripulación amateur es menos cuidadosa y con frecuencia se producen violaciones territoriales que los nipones tienen dificultad en determinar si se trata de impericia o de provocación. Dada la tensión entre China y Japón, cabe pensar que es una sutil estrategia de provocación. ¿No está demasiado parecido al incidente en las aguas de Galápagos? No es necesario ver todo el tiburón para saber que amenaza, basta ver acercarse su aleta. (O)