Urge programar la paralización de la refinería de Esmeraldas con acciones coherentes, pues lo imponen las necesarias condiciones de resguardo de la seguridad de las vidas humanas de trabajadores que la operan y de los miles de habitantes asentados en sus alrededores. No es prudente que continúe operando luego de las conclusiones que indican que su situación “es crítica” y hay muy serios problemas en su operación. No es cualquier diagnóstico, así fue presentado en días pasados por el ministro Carlos Pérez al presidente Lenín Moreno, tras el recorrido de las instalaciones de la indicada refinería. 

El especialista en asuntos petroleros René Ortiz, en un panel de ayer en radio Democracia, recordaba que en Guayaquil en la década de los 70, una explosión producida por la fuga de gas licuado tuvo efectos en un radio de 2.000 metros en el sur de la ciudad, y que ello resultaría una cosa menor en comparación con la probable explosión de la unidad de craqueo de la planta industrial de Esmeraldas, que funciona a altas y peligrosas temperaturas mientras se enfría con vapor de agua mediante mangueras que “le cuelgan”, lo que no sería normal en esa clase de unidades.

Ya no se trata únicamente de investigar a los responsables del elevadísimo costo de la repotenciación de la citada refinería, ni de los indicios de peculado, lavado de dinero, enriquecimiento ilícito y de la asociación para cometer tales delitos, ni de la ejecución de las obras o de su auditoría con sospechoso desarrollo, sino de precautelar la seguridad de vidas en Esmeraldas y el abastecimiento nacional de gasolina y otros derivados del petróleo producidos en la “repotenciada refinería”. Una obra de la revolución ciudadana que, sin duda, se identificará en la historia del Ecuador como el ícono más visible de corrupción, junto a las frases “lo hicimos, lo conseguimos…”, de Jorge Glas, y “…sinvergüenzas que se han llevado la patria…”, de Lenín Moreno.

Una alerta más es el informe de los asambleístas de la oposición –que visitaron la Refinería de Esmeraldas esta semana–, en el cual sostienen haber constatado el riesgo humano y ambiental. Esteban Albornoz (AP), según nota de diario El Comercio, coincide en parte al admitir la existencia de equipos dañados, pero considera que debido a las medidas de seguridad no cabe alarmar sobre la situación del complejo industrial. El caso es que el representante del sindicato de trabajadores de la refinería también se ha pronunciado por su paralización, pues su reparación urge y no ha negado el riesgo latente.

La solución para evitar el desabastecimiento de combustibles, durante la paralización de la refinería de Esmeraldas, a efectos de una debida reparación propuesta por expertos como René Ortiz y Jorge Pareja en radio Democracia, es sensata: los 120.000 barriles diarios de petróleo que actualmente se procesan en dicho complejo pueden ser enviados a cualquiera de las distintas refinerías del lado del Pacífico, para obtener la gasolina y otros derivados que se consumen nacionalmente, negociando el servicio de procesamiento y el transporte. Esto puede hacerse con programación para no afectar la satisfacción de la demanda interna. Pero hay que paralizar la refinería, en resguardo de vidas humanas. (O)