Por los pajaritos que se pintan en el aire al hablar de unidad y formar comisiones para lograr acuerdos, se podría suponer que los dirigentes de Alianza PAIS no entienden la dimensión ni las causas de la bronca entre Moreno y Correa-Glas. Pero es obvio que a personas con tan larga experiencia política, como son quienes andan en esos afanes, no se las puede considerar ingenuas. Es verdad que piensan y actúan como adolescentes de los años setenta y se han dejado encandilar por un boy scout, pero eso no significa que no tengan capacidad para comprender lo que se halla en juego. La desesperación y los esfuerzos para evitar que todo esto se ventile demuestran que sí están conscientes de lo que pasa y de lo que puede pasar.

Que se juega la continuación del famoso proyecto está claro para los mediadores y los columnistas-panegiristas que, poniendo los deseos por encima de la realidad, sostienen que la bronca puede y debe ser superada para preservar lo que ellos llaman revolución. Según esos criterios, ese objetivo debería ser suficiente para borrar las diferencias y volver a los felices tiempos de la unanimidad conseguida a costa del silencio. O, por lo menos, al día de la foto de familia en la que, para evitar que aparezca la menor fisura, todos felices rodeaban al presidente que apenas sonreía. Planteado así, parecería que el arreglo está a la vuelta de la esquina y que todo lo que se requiere es voluntad de las partes. Pero son solo ilusiones, porque parten de un diagnóstico equivocado. Las divergencias no se reducen a estilos diferentes. Pase lo que pase, el proyecto está acabado desde que quedó en evidencia el sistema de corrupción que funcionó durante los diez años que gobernaron sin límites.

Aunque volviera el líder y todos retornaran sumisos al redil (un anagrama de líder), ya no podrían vender el bálsamo encantado. El destape de la corrupción generalizada, un verdadero sistema que abarcó desde la cabeza hasta los pies, es un enemigo imposible de vencer. Y está ahí, de cuerpo presente, no porque haya una conspiración derechista-imperialista, sino porque los corruptores confesaron. Lo hicieron ante un juez, con pruebas, no con mentiras construidas para evadir la cárcel. Los jueces han confirmado cada uno de los datos aportados y por ello tienen validez legal. Las denuncias que afectan al vicepresidente y que trataron de ocultar incluso con las falsificaciones de un perito ya no son rumores, son pruebas legales.

En esas condiciones, son inútiles los intentos que hace AP para tapar lo evidente. Quieren la unidad para salvar a su proyecto y para ello intentan proteger a los corruptos, como lo están haciendo los mediadores y los columnistas. Pero, conocedores de la teoría de juegos, seguramente estarán conscientes de que esta es una de esas situaciones en las que cualquier paso –proteger a los corruptos o entregarlos a la justicia– lleva a la derrota. Solamente les queda calcular cuál de las dos es menos costosa. En fin, adiós, proyecto. (O)