Mi ilustre vecino de columna monseñor Mario Ruiz Navas no ha vacilado en retar a un peligroso toro que tiene dos filosas astas: una, el viejo prejuicio condenatorio y, otra, el moderno prejuicio, porque lo es, de la corrección política. El prelado, en actitud que aplaudimos, demuestra profundas convicciones y un afán por decir las cosas con leal claridad. El tema es la situación social de los homosexuales. Aprobar su sinceridad valerosa no significa que compartamos todos sus criterios. El artículo que él tituló ‘Actualidad de gais y lesbianas’ ha provocado respuestas en las páginas editoriales y, sobre todo, en las redes sociales. Los últimos diez años de atropellos nos han acostumbrado a los ecuatorianos a llenar de epítetos hirientes y frases satíricas todo debate, introducir tan detestable práctica en esta delicada polémica imposibilita arribar a conclusiones válidas. Y no pocas de las “respuestas” a la tesis del obispo se han movido en esa línea. Quien apela al agravio o a frases soeces para reforzar sus argumentos demuestra, primero, inseguridad en sus tesis, y segundo, carencia de herramientas conceptuales para opinar. Lo hemos visto tanto en esta década.

Yendo a lo sustancial, una religión puede adoptar la posición que mejor se acomode a sus dogmas, en esta y en cualquier discusión, siempre que no se haga como ciertos ayatolás que llaman a atentar contra las personas que opinan y viven de manera divergente. Por lo mismo, ningún credo puede exigir que los estados adopten disposiciones conformes a sus creencias, sobre todo si tales normas coartan derechos fundamentales de los individuos. Cuando decimos “respeto”, este debe significar tolerar sin escándalo las formas de vida adoptadas por cualquier persona que no dañen a terceros.

Como la Iglesia no es la jerarquía, ni la estructura jurídica con la que opera, sino que somos todos los católicos, todos llevamos vela en esta procesión, por eso como miembro ínfimo y pecador de ella, opino que no podemos encasillarnos en mandatos que fueron expresados para otra cultura y otros tiempos. Jesús fue claro y tajante al respecto, llamó hipócritas a los que saben predecir el clima y los ciclos de la tierra y fingen no entender “los signos de los tiempos”, clara referencia a la historia humana y sus devenires. Hay quienes, como el escritor Fernando Savater, creen haber ultimado la argumentación de la Iglesia afirmando que decimos que tal pasaje de las Escrituras debe tomarse literalmente y tal otra interpretarse. Mentira, todo es interpretable porque esa es la naturaleza de la palabra. La lectura literal más rígida, siempre cuando fuera posible, es en sí misma una interpretación y eso deberían entenderlo los grupos fundamentalistas. El tema del homosexualismo es una realidad en extremo compleja, todas las disciplinas del pensamiento y la ciencia tienen todavía mucho que decir, miente o es ignorante quien afirme tener ya La Verdad al respecto. El catolicismo, con la mente abierta, debe urgir por una respuesta basada en los hechos, en el amor a la verdad y no en prejuicios ni compromisos. (O)