Nadie sabe hacia dónde nos llevará el segundo gobierno de Alianza PAIS. Quiero decir nadie entre la enorme mayoría de los ciudadanos, de los seres humanos comunes y corrientes, como usted o yo. Sin duda, los altos funcionarios del régimen y los caciques de AP, incluido el máximo e irremplazable líder, tienen una idea de a dónde quisieran ir. Sin embargo, mucho me temo que, en realidad, no saben en qué dirección volarán los pájaros. Hacen sus apuestas, tienen esperanzas y percepciones, pero no tienen certezas.

El presidente Moreno es en sí mismo una interrogante. Proviene de la militancia del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR), un pequeño grupo de tendencia comunista, que pretendía hacer una nueva lectura del marxismo. Más sonoro que efectivo, en los años setenta, el MIR nunca representó una opción política decisiva. Pero la trayectoria personal del mandatario ha sido más bien la de un pequeño empresario, no es un académico díscolo y sí ha administrado “la tienda de la esquina”. Apreciado en círculos sociales y deportivos, quienes allí lo conocieron difícilmente lo calificarían de “izquierdista revolucionario”. ¿Qué prevalece en la mente y en las intenciones del jefe de Estado, el activista o el hombre de empresa? Solo él lo sabe. Para quienes esperaban un cambio que no solo sea “de estilo”, decepcionó conocer el equipo de gobierno de Moreno. Demasiados correístas duros, incluso los empresarios que se integraron no representan una verdadera innovación, pues sus corporaciones siempre simpatizaron con la Revolución Ciudadana. Esto significó, para algunos, que en realidad vamos a ver más de lo mismo y que, a la hora de la verdad, Correa tiene en su mano los hilos del poder. Otros ven en esta situación un ejercicio de pragmatismo de Moreno, quien lo aceptó porque de lo contrario peligraba la posibilidad misma de ejercer la presidencia, con un congreso y centenares de organismos controlados por la maquinaria correísta. Según estos bienpensantes, el proyecto del nuevo mandatario sería ir tejiendo su propia red para, en determinado momento, proclamar su independencia del antecesor.

Entre la hipótesis de que nada ha cambiado y que el nuevo estilo es puro maquillaje, por una parte, y por otra, la de Moreno con agenda propia, que aguarda agazapado el momento de captar todo el poder, está una ecléctica tercera. Esta sostiene que el presidente quiere marcar un estilo propio, pero sin apartarse demasiado de las directivas básicas de la Revolución Ciudadana. Así pensaría un grupo muy leal a Lenín, que se identifica como izquierdista. Tal opción parece la más probable. Sin embargo, choca con la personalidad del antecesor, quien es incapaz de entender que alguien pretenda trazar su propio camino o, peor, brillar con luz propia, por muy socialista que sea. Él solo conoce de sumisión o confrontación y, ya hemos visto destellos de esto, se dedicará a descalificar sistemáticamente todo intento de hacer las cosas de una manera que no sea la suya. Lo que ahora es piedra en el zapato puede convertirse en mina antipersonal.(O)