Comienzo por felicitar a Luis Eduardo Vivanco por su exitoso programa Castigo divino. Agudo, profundo, irreverente y refrescante, que mucha falta le hacía a una sociedad con los nervios crispados.

Y a propósito del último de ellos, que tuvo como invitado a Jaime Nebot, he considerado oportuno hacer una reflexión sobre el personaje.

Las nuevas generaciones lo recordarán como el gran alcalde, principal opositor a la revolución ciudadana, que en su época de esplendor arrasó con todos los poderes y territorios importantes del país, menos Guayaquil, que hasta el día de hoy, bajo su liderazgo, se mantiene libre de los tentáculos del socialismo del siglo XXI.

También como quien rivalizó en las últimas elecciones dentro del espacio opositor con Guillermo Lasso, y varias décadas atrás, por el recordado altercado sostenido en el Congreso Nacional con la bancada socialista y, particularmente, con el entonces diputado Víctor Granda.

El perfil de Jaime Nebot genera controversia. No es moneda de oro ni mucho menos, eso está claro.

Pero el Jaime Nebot que hoy conocemos es el resultado de 50 años de lucha política.

Sus principales detractores lo recuerdan asociado al gobierno de León Febres-Cordero, del cual fue prominente figura desde la Gobernación del Guayas, gobierno que tuvo que lidiar con el brote subversivo del movimiento Alfaro Vive Carajo, el cual fue aplastado por un despliegue de fuerza pública cuyas ejecutorias al día de hoy siguen generando acusaciones de violaciones de derechos humanos.

Mucho antes, Nebot ya trajinaba en la política desde la disidencia de las últimas dictaduras.

A partir del retorno a la democracia en 1979, militó en la oposición, especialmente al gobierno de Osvaldo Hurtado, quien con seguridad no lo ha de tener entre sus mejores recuerdos.

Posteriormente, lideró el bloque del PSC en el Congreso Nacional durante el gobierno de Rodrigo Borja, en minoría nuevamente, convirtiéndose en el principal dolor de cabeza del régimen.

Luego de ello vinieron las dos derrotas electorales presidenciales en 1992 y 1996, frente a Sixto Durán-Ballén y Abdalá Bucaram, sin lugar a dudas, los golpes políticos más fuertes que debe haber experimentado en su vida.

Finalmente, y dos años antes de asumir la Alcaldía de Guayaquil, en 1998 volvió al Congreso Nacional como líder del bloque del PSC.

Hago esta muy escueta mención de su trayectoria para que usted, amigo lector, tenga una idea de la experiencia que con aciertos y errores ha acumulado Jaime Nebot, referente de la tendencia centro derechista en Ecuador, y además, el único sobreviviente de una generación de políticos que mucha falta le hace al país en estos tiempos. De aquellos que encabezan las protestas, que llaman las cosas por su nombre y que luchan de frente.

Dice el refrán que más sabe el diablo por viejo que por diablo. En el caso de Nebot, considero que hay una virtuosa combinación de conocimiento y experiencia al servicio de Guayaquil y el país, pero especialmente al servicio de las clases más necesitadas. Solo así se explica que mantenga altos niveles de aceptación de su gestión, popularidad e intención de voto a pesar de tantos años en la Alcaldía.

Ese es Jaime Nebot, amado, odiado, pero siempre temido y respetado. (O)