En días pasados tuve la honrosa oportunidad de recorrer varios cantones de la provincia de Manabí, para tomar contacto con organizaciones agropecuarias.
Desde la entrada a la provincia por el lado sur, es decir desde Guayas, con el arco-monumento que recibe al viajero se percibe un pueblo diferente, lleno de cultura, de arte, de historias, de visión, lleno de finura.
He notado que en todo lo que se relaciona a Manabí, en todo lo que hace un manabita, en lo que emprende o sueña, hay finura. Desde la humilde pinchagua, producto ictiológico propio de las costas manabitas, que luego de pasar por manos laboriosas de sus gastrónomos se convierte en un fino plato de la comida manabita: el renombrado cebiche de pinchagua, una verdadera delicia de gourmet.
En el cantón Rocafuerte, los productos agrícolas como el camote se transforman en finos dulces, licores, rompopes, tortas, que hacen parada obligada para degustarlos y conversar divertidas historias de campo.
Encontré en una pequeña y sencilla población un artículo reconocido en el mundo entero, con denominación de origen, considerado por la Unesco como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad, prenda sine qua non de toda persona elegante, artículo que alcanza valores muy altos en Europa, son los finos sombreros de paja toquilla de Pile.
En los ojos de las damas manabitas pude descifrar mensajes complejos que comunican de manera fina.
La amabilidad de la gente en las calles, con su trato fino, nos hacen sentir como en casa:
–Hola, don Pedro Pablo, ¿cómo lo trata Manabí?
–Muy bien, gracias a Dios.
–Bienvenido, regrese pronto.
–Gracias.
Al conversar con los productores agropecuarios me di cuenta de su garra, entrega y amor por su tierra. Saben escuchar, tienen visión, saben lo que quieren, tienen una gran generosidad, lo que los hace perfil perfecto para liderazgo efectivo y así cambiar para mejor la realidad agrícola, económica y social del país. Sin duda, todo en Manabí es fino. (O)
Pedro Pablo Jijón O., ingeniero, Guayaquil