El gobierno de la “Revolución Ciudadana” llegó al poder en 2007 prometiendo acabar con la partidocracia que había llegado a ser el reflejo del abuso de poder y de la corrupción en el país. Diez años después, no solo han superado a la partidocracia, sino que incluso parecen haberse aliado con algunas de sus reliquias.

Esto tiene que ver con lo que decía Bertrand de Jouvenel: “El poder cambia de aspecto, pero no de naturaleza”. De Jouvenel se refería principalmente a la Revolución francesa (1789) y a la Revolución rusa (1917). Pero derivaba conclusiones que son relevantes.

De Jouvenel recordaba que el poder continúa gracias a las revoluciones que se inician prometiendo combatirlo: “La autoridad de Carlos I, de Luis XVI, de Nicolás I fue reemplazada por la de Cromwell, la de Napoleón, la de Stalin. Son estos los nuevos amos a los que se ven sometidos los pueblos que se alzaron contra la ‘tiranía’ del Estuardo, del Borbón y del Romanov”.

En el caso de Ecuador, antes de la llegada de la Revolución Ciudadana, la institucionalidad, si bien era escasa, existía. Esta institucionalidad dio claras señales de vida cuando reaccionaron aquellos poderes llamados a limitar al Ejecutivo. Cuando este convocó de manera inconstitucional e ilegal a una Asamblea Constituyente de plenos poderes, tanto el Congreso como el Tribunal Constitucional, cualesquiera que hayan sido los intereses personales de las personas que los conformaban, sí reaccionaron pretendiendo evitar que se allanara el camino para una Constituyente de poderes ilimitados. El Tribunal Supremo Electoral se plegó desde el inicio al Ejecutivo gracias al voto decisivo de la vocal Elsa Bucaram, del PRE, comportamiento extraño que según confesó en 2012 su sobrino Abdalá, era parte de un pacto acordado entre el PRE y Alianza PAIS. Pero las instituciones no sobreviven estos atropellos si es que la sociedad no exige que sean respetadas, y aquí fueron destruidas con los aplausos de una mayoría del electorado y de muchos actores que influían en la opinión pública.

Construido el sistema de gobierno autoritario, no sorprende que se haya cumplido lo que De Jouvenel advertía acerca de las revoluciones: “Solo en apariencia fueron revoluciones contra el poder. En realidad le dieron un vigor y aplomo nuevos, eliminando obstáculos que de antiguo se oponían a su desarrollo”.

No existe hoy una representación de varios partidos dentro del organismo electoral, preocupados de vigilarse entre ellos. Ahora un solo partido controla el Consejo Nacional Electoral (CNE), siendo su director y sus vocales cercanos al movimiento del partido oficialista, cosa que también sucede en el Tribunal Contencioso Electoral (TCE). Tampoco existe un poder constitucional que goce de independencia del Ejecutivo. Lo mismo sucede con el Poder Judicial.

Como concluye De Jouvenel: “La Revolución sirvió al poder, no a la libertad”. Y agrega: “Así como la Revolución desbarató a los cuerpos cuyo poder era capaz de limitar al Estado, así también privó al ciudadano de todo medio constitucional de hacer valer su derecho contra el derecho estatal”.

Quienes desde el Gobierno hacen un llamado a que la gente utilice las vías institucionales, ignoran que habiendo ellos capturado las instituciones, han provocado que la gente no encuentre otro recurso para hacer respetar sus derechos que ejercer presión en las calles. (O)