Los antiguos egipcios eran mestizos, quizá como podrían serlo unos supuestos hijos de la modelo somalí Imán y del futbolista bereber Zinedine Zidane. Al principio tenían más ascendiente negro, pero se fueron “blanqueando” con sucesivas oleadas de invasores, como los hicsos, los llamados “reyes pastores”. No eran negros, no árabes ni, por supuesto, blancos. Toda tesis que afirme lo contrario está políticamente interesada y tiene matriz racista, tras la cual está siempre el intento de apoderarse de las glorias de esa magnífica civilización para determinado grupo moderno. Por todo esto sorprende que una telenovela rodada en Brasil, donde se podía hacer una selección más realista del elenco, aparezcan unos egipcios blancos y caucasoides, tal como se los mostraba en el viejo cine europeo o americano.
No se puede usar estándares antropológicos o políticos para calificar la calidad de una obra cinematográfica. Sin duda al montar su drama Antonio y Cleopatra, Shakespeare no usó actores mestizos para personificar a las egipcias... sí, dije actores porque entonces a las mujeres les estaba prohibido actuar, no por esto deja de ser una pieza genial. En la telenovela hay muchísimas escenas ficcionales, inventadas por los guionistas, pero este es un recurso legítimo del arte con tema histórico, que se tolera si no altera la esencia de la hechos e incluso es bienvenido si ayuda a comprender mejor la acción y su entorno... Además, ¿qué tan verdadera es la historia de Moisés? Lo que sabemos de él y del éxodo del pueblo hebreo está basado exclusivamente en una recopilación hecha casi mil años después. No hay evidencias contemporáneas a él de que haya existido. Los detallados anales egipcios no lo mencionan ni hablan de nada parecido a la salida de los judíos que, según el Pentateuco, debió ser muy notoria. Pero sí se han encontrado pruebas arqueológicas de que varios pueblos semitas vivieron entre los egipcios, también de que uno de estos grupos vagó por el desierto del Sinaí por años, pero no mucho más. Estamos ante un mito, lo que no significa falsedad o impostura, sino representación simbólica.
Es un mito bello, por eso ha inspirado tantos dramas, películas y novelas, pero también es rico en significados, con imágenes y enseñanzas, en el mejor de los sentidos, edificantes. Es la historia de un liberador y de una liberación, un héroe que consigue arrancar a su pueblo de las garras del Estado faraónico. Los eternamente asombrosos monumentos y construcciones egipcios fueron pagados con exacciones y monopolios estatales, y edificados por esclavos. Esta afirmación debe tomarse con cuidado, porque entre los egipcios había distintas categorías de personas sometidas. Entre los grandes grupos de trabajadores no necesariamente esclavos, pero sí mantenidos en durísimas condiciones, pudieron estar los israelitas. No porque sí se denomina “faraónicas” a las realizaciones enormes e inútiles, que el propio pueblo egipcio y sus subordinados tenían que costear y levantar. Moisés entonces es un símbolo de la resistencia legítima contra el poder de los gobernantes megalomaníacos, empeñados en pomposas futilidades. El ejemplo está servido, ecuatorianos, actuemos en consecuencia. (O)