La denuncia del Departamento de Justicia de Estados Unidos sobre los sobornos pagados por la empresa Odebrecht en Ecuador entre 2007 y 2016 ha servido al Gobierno como una coartada para distraer la atención del principal caso de corrupción que le persigue: los contratos para la repotenciación de la Refinería de Esmeraldas. Disparó contra el eslabón más débil, Mauricio Rodas, asoció la corrupción de Odebrecht con el contrato más grande de la empresa en el Ecuador –el Metro de Quito– y encarceló al principal operador político del alcalde –un personaje oscuro– bajo acusación de fraude fiscal.

Pero la coartada no alcanzará a disimular el caso mayor de la Refinería de Esmeraldas donde se firmaron, según reportes de prensa, contratos por 2.134 millones de dólares. Las denuncias documentan con mayor precisión el mecanismo del atraco: acumulación de contratos en ciertas empresas y subcontrataciones de estas por valores muy inferiores a los firmados, con la vista gorda de la empresa fiscalizadora.

Lo que aún no cuadra en todo este caso es la desinformación de las principales cabezas del Gobierno sobre lo que ocurría en la mayor empresa estatal. Lo menos que se puede pensar es en una gran irresponsabilidad política por haber dejado todo el proceso sin la vigilancia requerida. El presidente Correa ha llegado al extremo de responsabilizar por lo ocurrido a Carlos Pareja Cordero, un abogado guayaquileño muy cercano al gobierno de Febres-Cordero y al viejo Partido Social Cristiano. Los malos socialcristianos –ha insinuado Correa– corrompiendo a los buenos de Alianza PAIS. El asesor jurídico del presidente, Alexis Mera, fue en la misma dirección al sugerir que la red de corrupción de Petroecuador viene de tiempo atrás. Los dos, presidente y asesor, hablan con tanta ingenuidad de Carlos Pareja Yannuzzelli que causa extrañeza. Ambas declaraciones dejan muy mal parado al Gobierno. Los dos clavan una puñalada honda en el corazón de la revolución ciudadana al reconocer que la corrupción de Petroecuador no pudo ser limpiada en diez años. Penoso testimonio de un gobierno que se proclama refundador de la patria nueva.

El caso muestra –me parece a mí– un modus operandi de la revolución ciudadana: grupos con cuotas de poder específicas y con una gran libertad y autonomía de acción. De otro modo ¿cómo explicar tanta irregularidad sobre contratos multimillonarios? Una presidencia responsable habría seguido paso a paso el proceso de repotenciación para garantizar su transparencia. Pero ocurrió todo lo contrario. Además, un gobierno que pretendió perpetuarse en el poder con Correa a través de la reelección indefinida debe haber generado un sentimiento de protección e impunidad en esos grupos. No se trata de señalar la inmoralidad de uno o dos funcionarios pesados como excepción de las manos limpias, sino entender el mecanismo político que los engendró. Hay que explicar por qué Correa y Mera se muestran tan contrariados de algo que ocurría –digámoslo así– en sus narices.

Por las imágenes que muestra la televisión, por el modo suyo de actuar, por la frescura con que se movía, y por mis propios prejuicios, me parece que Pareja Yannuzzelli era pana, pata, naño, nañito, un man de la gallada, un bróder. Pero insisto, son mis prejuicios, de modo que mejor no tomarlos en serio. ¡Ah! y entre los bróderes la confianza es ciega. (O)